Morán, Diana (1932-1987).
Poetisa, ensayista, filóloga y profesora universitaria panameña, nacida en la ciudad de Panamá el 17 de noviembre de 1932 y fallecida en Ciudad de México (México) el 10 de febrero de 1987. Autora de una brillante producción literaria que sobresale por su espíritu revolucionario y combativo, desplegó también una intensa labor como docente e investigadora que, por medio de su entusiasta acento patriótico, la convirtió en una de las figuras femeninas más destacadas de la intelectualidad panameña del siglo XX.
Inclinada desde su juventud hacia el conocimiento de los saberes humanísticos y el cultivo de la creación literaria, tras cursar estudios superiores de Letras orientó sus pasos profesionales por el sendero de la docencia; y así, durante casi toda su trayectoria laboral en Panamá ejerció como profesora en el Instituto Fermín Naudeau, de la capital del país, donde pronto se reveló como una de las maestras más queridas y admiradas por todas las promociones de estudiantes que pasaban por sus aulas. En efecto, Diana Morán no se limitó a transmitir a sus alumnos los vastos conocimientos filológicos que poseía (plasmados también en sus fecundos trabajos de ensayo e investigación), sino que utilizó la preeminencia que le otorgaba su cargo docente para forjar en sucesivas generaciones de jóvenes panameños la identidad cultural nacional, el amor a la patria y el respeto y la veneración por la literatura, el arte, la música y, en suma, todas las manifestaciones artísticas del conocimiento humano.
Por desgracia, esta fructífera labor docente se vio bruscamente interrumpida en 1968, a raíz del golpe de Estado que, protagonizado por la Guardia Nacional y el teniente coronel Omar Torrijos, arrebató la presidencia de la República a Arnulfo Arias Madrid y puso los designios del país centroamericano en manos del coronel José María Pinilla. Era, a la sazón, Diana Morán dirigente de la Asociación de Profesores, cargo desde el que se significó públicamente en contra del nuevo régimen dictatorial, lo que provocó su destitución como docente del Instituto Fermín Naudeau y, poco después, su detención y condena a destierro por parte de las nuevas autoridades del país. Ante el temor de que los partidarios de la dictadura militar pudieran atentar contra su vida, Diana Morán no retrasó su marcha de Panamá.
Rumbo al exilio, la animosa y combativa humanista se instaló en 1969 en la capital mexicana, en donde continuó desarrollando una intensa labor académica que la condujo hasta las aulas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde impartía clases en calidad de profesora titular en el momento de su muerte (1987). Previamente, la humanista panameña había obtenido en el Colegio de México el grado de doctora en Letras Hispánicas, merced a su tesis titulada Cien Años de Soledad: novela de la desmitificación (México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1988). Otro estudio filológico suyo de notable interés es el titulado Ficción e historia: la narrativa de José Emilio Pacheco (1979), escrito en colaboración con Ivette Jiménez de Baéz y Edith Negrín.
En su faceta de poetisa, Diana Morán difundió una voz sonora y personal que, clamando en todo momento por la insurgencia de las naciones hispanas, fue a alinearse con la lírica combativa de otros autores carismáticos del entorno geocultural centroamericano (como el salvadoreño Roque Dalton, el dominicano Pedro Mir o el nicaragüense Ernesto Cardenal). Entre las señas de identidad que personalizan su obra, conviene destacar que, a pesar de escribir en todo momento desde los postulados ideológicos del compromiso radical, Diana Morán no descuidó jamás la calidad estética de su trabajo, que defendió no sólo en la práctica, sino también desde la palestra académica. Esta constante búsqueda de la calidad y la perfección formal la indujo a permanecer en todo momento atenta a cuantas innovaciones pudieran servir para renovar los parámetros temáticos y estilísticos de la lírica tradicional escrita en lengua castellana; de ahí que, en uno de sus poemarios más célebres (el titulado Gaviota de cruz abierta, de 1965), la poetisa panameña recurriera de forma sorprendente a los registros léxicos y los recursos expresivos propios de los juegos infantiles, para denunciar a través de ellos un asunto tan grave como la intervención armada en Panamá de las fuerzas militares estadounidenses llevada a cabo el día 9 de enero de 1964. Por medio del violento choque entre la importancia del tema y la aparente futilidad del molde formal infantil que lo envuelve, Diana Morán conseguía llamar la atención sobre su denuncia y, al mismo tiempo, alcanzar una extrañeza de gran belleza y notable valor literario. El éxito cosechado por este poemario desde su aparición fue unánime entre críticos y lectores, y quedó refrendado con algún galardón tan digno de ser destacado como el prestigioso premio Ricardo Miró de poesía.
Otras obras suyas que vale la pena recordar son las tituladas Eva definida (1959), Soberana presencia de la Patria (1964), En el nombre del Hijo (1966) y Reflexiones junto a tu piel (1982). En este último título, Diana Morán extrema hasta límites insospechados su búsqueda transgresora de nuevos cauces formales, genéricos y temáticos, para acabar ofreciendo al sorprendido lector una escritura difícil de encasillar en las categorías poéticas tradicionales, ya que se apodera de recursos propios del lenguaje dramático y narrativo, indaga en las fórmulas típicas del colage (que hacían furor en las artes plásticas de la época), y se sirve de un registro coloquial que en nada recuerda al léxico habitual de los poetas de otras épocas.
Una obra de tal magnitud como la producida por Diana Morán ha rebasado las fronteras de su Panamá natal para ver la luz en su México adoptivo, pero también en otros muchos lugares del mundo, como Chile, Cuba, España, Estados Unidos de América y Guatemala.
Ascanio Condecorado por Un Golpe de Mar , por
Diana Morán
Al mártir Ascanio Arosemena
PALOMAR DE NUBES
Lluevan las palomas, lluevan,
que el girasol se va...
Ascanio va adelante,
los otros van detrás.
ALONDRA ENTRE SOLLOZOS
En fila los gorrioncitos,
cuando los vean pasar,
tiendan los jazmincitos
y la estrella de mar.
BAJA MAREA DE INCIENSO
Barco que va de flores,
barco que va de sal,
barco de cuatro albores
y un cordero de altar.
PALOMAR DE AURORAS
Arrullen las palomas
y vuelvan a arrullar:
Ascanio es la bandera,
escudos los de atrás.
ALONDRA ENTRE ALBOROZO
En rueda los gorrioncitos
que aquí está el girasol;
suelten arpas de trinos
y amapolas de amor.
ALTA MAREA DE ESTRELLAS
Barco que vuelve rojo,
barco en las olas de tul,
barco que vuelve blanco
con un cordero azul.
Del Libro Gaviotas de Cruz Abierta, 1965
Enero Condecorado por Un Golpe de Arterias , por
Diana Morán
A los mártires Gonzalo
Crance y Teófilo De la Torre
Un mes que tiene
nombre de escuela.
El mapa es su cuaderno,
campana, campanela.
Palabritas de esfinge
cruzan la cerca...
Enero es uniforme,
paso de estrellas.
Tréboles del rocío
la noche vela...
¿Quién te dejó
sin venas
lápiz de cera?
Espada o gavilán,
filo de fuego,
cabrito horizontal,
bajel del pueblo.
Medallita de sol,
medallita de sombra,
en el mástil
gaviota
en la carne
amapola,
la pájara pinta
le canta
y le llora.
Es un mes que tiene
nombre de escuela.
Enero es uniforme,
campana, campanela.
Del Libro Gaviotas de Cruz Abierta, 1965
Soberana Presencia de La Patria , por
Diana Morán
Es enero en las calles donde ruedan los gritos,
nueve o diez en la carne, en la súplica radial
de un arroyuelo rojo para soldar los nervios,
es la fecha de un pueblo que encontró su camino.
Escuchen lo que digo
con una brasa de odio
en el pájaro dulce que habitaba mi seno,
aunque la barba de Walt Whitman hable
de familias de hierba y moral manzanera.
La patria se fue, como siempre se ha ido,
con su camisa blanca
y la corbata azul de adolescencia,
con el civismo juvenil de su paso
y el fértil batallón de sus arterias
a enarbolar el vuelo allí donde cortaron
las alas tricolor de sus emblemas.
Escuchen lo que digo
con la capilla ardiente del rencor más viejo:
Mi patria, cántaro de amor en todo idioma,
que ofrece su agua buena al peregrino
ha arrastrado sesenta calendarios
sin derecho a la fruta, al árbol de su huerto,
saqueada en la bondad de su cintura.
Escuchen lo que digo:
En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas
para contar al mundo la parábola del buen vecino
que aplastó la luz recién nacida.
Muchachita de paz,
exigiste la fruta, el huerto, el asta de tu nombre
y el muro... el muro blanco... el muro rubio
-su carta fraternal... Punta del Este- deshilvanó tu esencia, derramó su cauce,
a la húmeda intemperie de gases lacrimógenos
gemías, Panamá, como un maizal en llamas.
¿Quién me pide cortinas
para azular la piel quemada de estas sienes
que jamás pensaron en tirar un jazmín a las alondras?
¿Quién reclama la sílaba final de un corderito
para ensayar un apretón de manos
aquí, donde quedó sin gasa el hospital
para cubrir la fuga de amapolas?
Quién, quién se atreve a rezar:
Tío Sam, Santa Claus, Cuerpo de Paz
-Arca de las Alianzas, Consuelo del Afliigido-
el corazón agujereado
cicatriza con verdes papelillos.
¿Quién me pide que sufra, que suframos de amnesia,
que le demos a Fleming tres medallas
y con Bogart bailemos tamborito
por la amistad del tiburón
y el anzuelo en las sardinas?
¡No! El sol no despierta para ustedes,
usureros del aire.
Ese disfraz de oveja, hermano lobo,
ya no engaña el candor de las violetas.
Ahora ¿cómo bautizarás esta maniobra?
¿Juegos de patos?
¿Operación amiga en Canal Zone?
¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo?
Estos brazos que buscan una forma de niña,
un latido de novio, una frente en los libros,
película no son para soldados morfinómanos.
La viudez de estos cuartos no se vende en coca cola.
El salitre escapado de la herida en desvelo
no es negocio de chicles o zapatos.
Este nueve de enero no es cera de museos,
no es moneda de cambio
ni tiene la firma de Bunau Varilla.
Yo tengo que gritar,
-Oh, prendida garganta de mis muertos- yo tengo que gritar
con su polen de incendio
en los cuatro puntos de la rosa del aire
donde soltó la UPI sus vampiros.
¿Qué palabra,
qué palabra por más sucia que sea
no resulta flor para escupir el rostro
de búfalo en conserva?
Qué adjetivo no es ángel para pintarte buitre,
si por cada paloma que la mano te ofrece
asesinas la mano, la sal y la paloma!
No hay lago, frontera, axila que no lleve
el tatuaje de tus colmillos roedores de luceros.
Malditos de ayer! Asesinos de hoy!
Herodes de siempre!
Los huesitos de Chapultepec...
los huesitos de Atitlán...
Los huesitos de Hiroshima...
La carne, los huesitos de mi patria
molidos con repiques de metralla.
Mi cielo violado, como una niña ciega,
en la torturada inocencia de su pubis,
las venas sacadas de su casa joven,
los hijos deshojados, lirios secos,
la última estrofa del Canto a la Bandera
en el frío ruiseñor de la mirada
y el llanto, el llanto maternal
-Oh vaso ardiente-
sangriento memorial de labio en labio.
Yo tengo que gritar:
Mis muertos son vivas sembraduras,
ataúdes que nutren la esperanza
con el ritmo ascendente de la lucha.
En las cuencas de Rosa revientan las espigas,
en la espalda de Ascanio se arman las legiones
los fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,
son astas invencibles otra vez en el muro.
Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,
las células de Víctor, los dedos de Carlos,
las piernas mordidas, sus núcleos morados,
sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto.
La sangre de los hombres es historia viviente
savia que da la muerte se incorpora
soberana presencia de la patria.
El gorrión machacado en la lengua de un héroe
fertiliza el reposo de su hielo
y hace nido en la marcha su clarín de conciencia.
Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,
a ustedes tragalunas del mundo,
a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:
Del hijo acribillado retoñan muchos hijos,
del obrero en el polvo mil obreros regresan,
del semen inmolado toda cuna germina.
Las tumbas pregonan! Se desclavan las cruses!
De la cal del pueblo, el pueblo resucita!
Y tú, pequeña patria, gigante de esta fecha,
esculpida en la roca de tus muertos
para nacer definitivamente,
abrirás tus alas agredidas
en el dolido cofre de tus peces.
Hasta el último niño en presagio de mieles
ofrendará su pálpito de auroras
por la libre heredad de sus estrellas
Hoy! Mañana! Siempre!
FUENTES: http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=moran-diana
http://panamapoesia.com/pt19.htm