por José de Jesús Martínez
Ahora amanece.
La luz, por fin, nos ha encontrado.
Tápate, estás desnuda.
¿Oyes? La gente.
Son la gente.
Seres despreciables.
Nos llaman.
Nosotros mismos nos llamamos.
Tú por tu nombre: la Fulana.
Yo por el mío: el Zutano.
Oh, gente despreciable, oh vida
maligna, odiosa.
Vístete ya, desayunemos,
orinemos.
¿Qué le vamos a hacer?
Del libro: Hacer la Paz, 1964.
Publicado en:
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.
Lección del Árbol,
por José de Jesús Martínez
Tú, que te nutres, árbol, de la tierra
llena de amargas sombras y de muertos
tienes el pelo verde, de esperanza,
y alzas los brazos saludando al cielo.
Yo, sin embargo, que me nutren nubes
y esperanzas y pájaros y sueño,
y que huyo de la tierra y sus gusanos,
siempre miro hacia abajo, y tengo el pelo
más negro que la noche y más amargo,
por más que es luz y cielo mi aliento.
Tú estás plantado, eres feliz así,
y así bailas y cantas con el viento
y resistes las grandes tempestades.
Inmutable, seguro, satisfecho,
eres de y en tu patria. Yo soy huésped
hasta en mi casa, hasta en mi propio cuerpo,
y ni bailo ni canto, y si camino
es porque busco qué buscar de cierto
cayéndome a menudo en las tinieblas
tal un inválido indeciso y ciego
al que le falta Dios como una pierna.
Débil apoyo aunque en extremo bello
hacen las nubes a los hombres fáciles
de caer, de morir de desconsuelo.
¡Oh, cuánto diera yo por un bastón,
por una dura fe como tu cuerpo!
A ti te riega el agua, tibia apenas,
y hasta te llueve sin amparo el hielo,
y das frutos sabrosos, y das flores.
A mí el sudor y lágrimas de fuego
me llueven en la carne y en el alma
y crezco en uñas nada más, y crezco
en versos que no sirven para nada,
y en niños epilépticos y en pelos.
Aun derribado por el hacha o rayo
tú sigues siendo útil en invierno
cuando calientas el hogar del pobre.
Yo, sin embargo, ni después de muerto
seré otra cosa que un abono para
esa hierba que crece en cementerios
y que no se la comen ni las cabras
porque posiblemente sea veneno.
Antes que eso suceda imitaré
tu único amor por este suelo nuestro
que algo debe tener de bueno y dulce
para que el mar, en olas y de lejos,
venga en lengua a lamerlo, desdentado,
salpicando saliva, como un perro
sediento, amargo, y sin creer en Dios.
También yo me harté de su alimento;
probará mi alma la comida cruda
que arranco de la tierra y doy al cuerpo;
no me alimentaré más de las nubes
ni de las esperanzas y los sueños
que tanto mal nos hacen a los hombres.
Quiero aprender a soportar mi peso
sin ningún otro apoyo que mis piernas:
olvidaré las cosas que no veo;
olvidaré el consejo de mi madre
y buscaré en la tierra mi sustento.
Así tal vez una esperanza crezca
de mis manos y de mis pensamientos
amiga de los pájaros, del hombre
y de la tierra, hasta del mismo cielo,
para recompensarme mis raíces
clavadas amorosas tierra adentro
y únicamente, como a ti, oh árbol
que hoy me has dado un camino con tu ejemplo.
Del libro: Tres Lecciones en Verso, 1951.
Publicado en:
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.
Respiran todos los seres,
por José de Jesús Martínez
Respiran todos los seres
en el aire que respiras,
miran todo lo que miras
y son todo lo que eres.
Hombres, niños y mujeres
y hasta el muerto más profundo
tienen vida, amor y mundo
en tu cuerpo, en tu regazo,
que cuando beso y abrazo
con la tierra me confundo.
Del libro: Ars Amandi, 1985.
Publicado en:
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.
Llueve en mi corazón,
por José de Jesús Martínez
Llueve en mi corazón lágrimas duras
como en una ciudad deshabitada,
en la que entre la sombra reposada
sin paz me ronda tu recuerdo a oscuras;
por mis venas amargamente impuras
camina tu recuerdo hacia la nada:
y oigo mi pulso igual a su pisada:
en algo hueco, como sepulturas.
Procuro otros recuerdos de qué asirme
sobre este mar de luz, de esta razón,
donde entre pulso y tiempo y olas peno;
mas has de irte al fin, y he de morirme,
y he de caerme ahogado al corazón
que está de sombras y de ausencia lleno.
Del libro: La Estrella de la Tarde, 1950.
Publicado en:
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.
José de Jesús Martínez
(1929-1991)
Nació en Managua, Nicaragua, el 8 de junio de 1929. Es panameño por ejercicio y voluntad. Doctor en Filosofía, matemático, catedrático y piloto de las extintas fuerzas de defensas de Panamá; además de poeta, ensayista y dramaturgo. Conocido en las letras panameñas como “Chucho Martínez”.
Los estudios primarios los realizó en San José Costa Rica y los secundarios en Estados Unidos, en la Tabor Academy de Marion, Massachuset. Realizo estudios universitarios en la Universidad Católica de Chile, en la Nacional Autónoma de México y después en la Complutense de Madrid. En esta última universidad obtuvo la Licenciatura en Filosofía y el Doctorado con una tesis sobre El tema de la muerte en la filosofía contemporánea.
En Panamá trabajó en la educación secundaria y universitaria enseñando lógica, filosofía y después matemáticas. Ejerció la docencia por más de treinta años y su mayor satisfacción consistió "en haberse ganado la credibilidad del estudiante".
Durante el gobierno del general Omar Torrijos, trabajó muy cerca de él, obtuvo el grado de Teniente de la Guardia Nacional y lo acompañó en todos sus viajes alrededor del mundo. "Haberme ganado su confianza fue otra de mis satisfacciones".
Fue instructor de vuelo y debido a un accidente en San Blas concluyó su vida de piloto. Este hecho, además de la invasión de Panamá, los consideró "sus mayores derrotas".
Participó en diversos congresos internacionales y ganó varios concursos literarios, entre ellos el Premio Ricardo Miró de Panamá, en varias ocasiones, así como el Premio Casa de las Américas con su libro Mi General Torrijos.
José de Jesús Martínez falleció en la ciudad de Panamá, el 27 de enero de 1991.
Fuente: Panamá Poesía