Declaraciones, por
Roque Javier Laurenza
I
¡Oh efímera artificio de los ritos,
débil columna para tanto cielo!
II
Arder, arder como la llama pura
sin temor de la sombra y la ceniza.
III
Ni reposados causes de palomas,
ni angélicas visiones inefables,
ni mármoles invictos me conmueven.
IV
Yo quiero la pasión, quiero la vida,
las amargas raíces de la sangre
y la roca de Sísifo del sueño.
V
Nadie vive sin mancha. No conoce
la verdad de los frutos quien no sabe
del barro elemental que los sustenta.
VI
Todo queda lejano si no tiene
una voz milagrosa que lo nombre
con los roncos acentos del deseo.
VII
Lejos de mí la lumbrera de la estrella,
los intactos cabellos de Herodías,
las cimas del suspiro y las promesas
que no alcanzan las manos redentoras.
VIII
Dame el instante, vida. No prometas
azules espejismos a quien siente
rodar las estaciones presurosas
sobre escombros de frutas y pasiones.
IX
Lagunas de silencio, densas nubes
de amarillo desdén forman la gloria.
Adornarán la frente de la estatua
las lianas de los años, y el cenizo
polvo de tantos sueños y palabras
cubrirá la derrota de los mármoles.
X
No ganarán la palma del recuerdo
los apacibles ángeles que forman
el coro sin pecados. La corona
será para los huérfanos del júbilo,
para los foscos siervos de la ira,
para los tristes huéspedes del llanto.
XI
La sangre es la verdad, y las orillas
de sus terrestres límites de fuego
son la Tule postrera de mis manos.
Última Tule de los sueños. Tierra,
fatal nodriza de punzantes mimos,
hacia tu piel de larvas y luceros
vuelven mis manos su pación de tacto.
¡Tú eres la paz y el reino de los hombres,
tú la victoria, y el laurel, y el cielo,
y la secreta envidia de los dioses¡
Tierra Firme, Nº 3.