Soberana Presencia de La Patria , por
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Es enero en las calles donde ruedan los gritos, nueve o diez en la carne, en la súplica radial de un arroyuelo rojo para soldar los nervios, es la fecha de un pueblo que encontró su camino. Escuchen lo que digo con una brasa de odio en el pájaro dulce que habitaba mi seno, aunque la barba de Walt Whitman hable de familias de hierba y moral manzanera. La patria se fue, como siempre se ha ido, con su camisa blanca y la corbata azul de adolescencia, con el civismo juvenil de su paso y el fértil batallón de sus arterias a enarbolar el vuelo allí donde cortaron las alas tricolor de sus emblemas. Escuchen lo que digo con la capilla ardiente del rencor más viejo: Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, que ofrece su agua buena al peregrino ha arrastrado sesenta calendarios sin derecho a la fruta, al árbol de su huerto, saqueada en la bondad de su cintura. Escuchen lo que digo: En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas para contar al mundo la parábola del buen vecino que aplastó la luz recién nacida. Muchachita de paz, exigiste la fruta, el huerto, el asta de tu nombre y el muro... el muro blanco... el muro rubio -su carta fraternal... Punta del Este- a la húmeda intemperie de gases lacrimógenos gemías, Panamá, como un maizal en llamas. ¿Quién me pide cortinas para azular la piel quemada de estas sienes que jamás pensaron en tirar un jazmín a las alondras? ¿Quién reclama la sílaba final de un corderito para ensayar un apretón de manos aquí, donde quedó sin gasa el hospital para cubrir la fuga de amapolas? Quién, quién se atreve a rezar: Tío Sam, Santa Claus, Cuerpo de Paz -Arca de las Alianzas, Consuelo del Afliigido- el corazón agujereado cicatriza con verdes papelillos. ¿Quién me pide que sufra, que suframos de amnesia, que le demos a Fleming tres medallas y con Bogart bailemos tamborito por la amistad del tiburón y el anzuelo en las sardinas? ¡No! El sol no despierta para ustedes, usureros del aire. Ese disfraz de oveja, hermano lobo, ya no engaña el candor de las violetas. Ahora ¿cómo bautizarás esta maniobra? ¿Juegos de patos? ¿Operación amiga en Canal Zone? ¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo? Estos brazos que buscan una forma de niña, un latido de novio, una frente en los libros, película no son para soldados morfinómanos. La viudez de estos cuartos no se vende en coca cola. El salitre escapado de la herida en desvelo no es negocio de chicles o zapatos. Este nueve de enero no es cera de museos, no es moneda de cambio ni tiene la firma de Bunau Varilla. Yo tengo que gritar, -Oh, prendida garganta de mis muertos- con su polen de incendio en los cuatro puntos de la rosa del aire donde soltó la UPI sus vampiros. ¿Qué palabra, qué palabra por más sucia que sea no resulta flor para escupir el rostro de búfalo en conserva? Qué adjetivo no es ángel para pintarte buitre, si por cada paloma que la mano te ofrece asesinas la mano, la sal y la paloma! No hay lago, frontera, axila que no lleve el tatuaje de tus colmillos roedores de luceros. Malditos de ayer! Asesinos de hoy! Herodes de siempre! Los huesitos de Chapultepec... los huesitos de Atitlán... Los huesitos de Hiroshima... La carne, los huesitos de mi patria molidos con repiques de metralla. Mi cielo violado, como una niña ciega, en la torturada inocencia de su pubis, las venas sacadas de su casa joven, los hijos deshojados, lirios secos, la última estrofa del Canto a la Bandera en el frío ruiseñor de la mirada y el llanto, el llanto maternal -Oh vaso ardiente- sangriento memorial de labio en labio. Yo tengo que gritar: Mis muertos son vivas sembraduras, ataúdes que nutren la esperanza con el ritmo ascendente de la lucha. En las cuencas de Rosa revientan las espigas, en la espalda de Ascanio se arman las legiones los fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio, son astas invencibles otra vez en el muro. Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo, las células de Víctor, los dedos de Carlos, las piernas mordidas, sus núcleos morados, sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto. La sangre de los hombres es historia viviente savia que da la muerte se incorpora soberana presencia de la patria. El gorrión machacado en la lengua de un héroe fertiliza el reposo de su hielo y hace nido en la marcha su clarín de conciencia. Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero, a ustedes tragalunas del mundo, a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo: Del hijo acribillado retoñan muchos hijos, del obrero en el polvo mil obreros regresan, del semen inmolado toda cuna germina. Las tumbas pregonan! Se desclavan las cruses! De la cal del pueblo, el pueblo resucita! Y tú, pequeña patria, gigante de esta fecha, esculpida en la roca de tus muertos para nacer definitivamente, abrirás tus alas agredidas en el dolido cofre de tus peces. Hasta el último niño en presagio de mieles ofrendará su pálpito de auroras por la libre heredad de sus estrellas Hoy! Mañana! Siempre!
ASCANIO REDIVIVO (Giovanna Benedetti)
Cuando mueres tan joven no eres consciente, Ascanio, de cómo pasa el tiempo. Enero cuenta ya con cincuenta años; ... y tu perenne cuerpo mártir, macerado en nubes, clarea bajo otra luz sus huesos francos.
Cuando mueres tan joven
y te sumerges con los ojos abiertos en lo oscuro ves acaso un fragmento del porvenir que anhelas. Sabes que no te queda ya sino un suspiro, pero le dices a la bala que te mata: —espera... ¡déjame imaginar lo que traerá el futuro! y autorizas tu mirada por emblema. Pero el tiempo, Ascanio, no siempre honra sus huellas; (cuando mueren los héroes, eso pasa...). Al término de las pasiones la distancia rompe el cuenco y en la leve reconciliación de las señales y los días la historia se convierte en un vértigo de espejos. ¡Y es que en este nuevo siglo de territorios pánfilos hay ingenios que presumen de hacer patria sin recuerdos! Es verdad que en el istmo ya no hay zonians; ni South Command, ni Fort Gullick, ni Balboa High School, ni Fort Sherman; y que en el Ancón ondea una inmensa bandera panameña. Pero al final la ceremonia de los tiempos no es cortejo y en la fragilidad de las esclusas apenas revertidas hay tránsitos colgantes de pasadizos huecos. Y hubo un veinte de diciembre y El Chorrillo ardió en abismo; y volvieron los galpones con sus bolsas y rodeos; y el canal procreó consorcios que expatriaron las marismas; y se alzaron los viandantes que hoy pregonan el olvido y despintan los murales que figuran tu memoria. Cuando mueres tan joven y tus ojos sólo atinan a mirar lo que es intenso, ves la trama seminal que entreteje al país por dentro: esa patria con jardín y regalías sin tímpano y estos paisajes abiertos en canal todas las veces en los que sangran los pulmones de las aguas. /Giovanna Benedetti / 9 de enero de 2014 |