Justo Arosemena Quesada
Justo Arosemena Quesada (1817 – 1896). Padre de la nacionalidad panameña.
Nació en Panamá el 9 de agosto de 1817, del matrimonio entre Don Mariano Arosemena de la Barrera, prócer de la independencia de 1821, y doña Dolores Quesada, hija legítima de doña Catalina Velarde, panameña, y de don Miguel Quesada, oriundo de Granada.
Sus estudios primarios se desarrollaron en un establecimiento privado que regentaba un maestro ecuatoriano de nombre Alfredo Baquerizo; culminada esta fase ingresó al Colegio de Panamá, plantel de enseñanza secundaria, del que era rector el canónigo doctor Juan José Cabarcas. La familia, y en especial su madre, decidieron que Justo Arosemena se trasladara a Bogotá y allí quedara inscrito en el Colegio de San Bartolomé, donde obtuvo a fines de 1833 el diploma de bachiller en humanidades y filosofía.
El joven Arosemena pasó los cursos de jurisprudencia en tres años, y en 1836, después de haber culminado todos los requisitos legales, se sometió a las pruebas de rigor. El diploma de bachiller, que le fue otorgado, lleva la firma del rector de la universidad Central, doctor don José Joaquín García. Después de una práctica de 14 meses, la Universidad del Magdalena e Istmo le otorgó los títulos de licenciado y doctor en jurisprudencia el 22 de diciembre de 1837.
Ya en el suelo istmeño el Doctor Justo Arosemena fue nombrado profesor de Derecho en el Colegio de Panamá. Era el mismo plantel en donde adquirió los primeros conocimientos en ciencias y letras. Su desempeño excelente le permitió el honor de inaugurar el curso lectivo de 1839.
Durante la creación del Estado Libre del Istmo (1840-1841), su labor se destacó en lo político, y dentro de la Asamblea Constituyente, a más de su actitud en cuanto al reintegro del Istmo a la Nueva Granada. Al mismo tiempo, resaltó el surgimiento de los apuntamientos para la introducción a las ciencias morales y políticas (1840).
A mediados del agosto de 1844, se encontraba de nuevo en Panamá. Inmediatamente abrió el doctor Arosemena su oficina de abogado y fundó, asociado al doctor Manuel Murillo, El Movimiento, semanario que tenía por objeto velar por los intereses materiales y morales del Istmo y que correspondió plenamente en su corta vida (sólo salieron 9 números) a la reputación de que ya gozaban sus directores.
El doctor Arosemena regresó a Bogotá en los primeros días de febrero de 1846, y algo más adelante tomó posesión del empleo que el general Mosquera le había asignado en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Volvía a aquella ciudad ocho años después de haberla dejado al terminar sus estudios. En este periodo ocupó el cargo de jefe de una sección de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Por ascensos que dan fe de la corrección de su conducta y de sus capacidades, desempeñó los empleos de subsecretario en propiedad y subsecretario encargado del despacho del ministerio. Durante su estadía, el doctor Arosemena continuó investigando sobre temas ligados a los estudios económicos, sobre comercio, industrias, inmigración, caminos, etc., que logró publicar en el diario El Día y en otros periódicos muy leídos de la Nueva Granada.
Al concluir la Administración de Mosquera, el doctor Arosemena renunció el cargo que desempeñaba en ella para regresar al Istmo a dedicarse a organizar una empresa de negocios, asociado a varios amigos suyos. El presidente López y el doctor Murillo le solicitaron, más de una vez, que aceptara un puesto importante en Bogotá para el cual lo nombrarían inmediatamente; sin embargo, este se mantuvo en su determinación de retirarse por algún tiempo a la vida privada y no aceptó tampoco encargarse ni de la gobernación de Veraguas, que por conducto del señor Obaldía también le propusieron.
Ya en Panamá, lo eligieron por el momento miembro del cabildo y de la cámara provincial, cargo que él, agradecido, se dispuso a desempeñar con el dinamismo que le era característico.
A la muerte de su esposa en 1850, se hizo responsable de sus cuatro vástagos, y pensando en el porvenir educativo de sus descendientes directos se estableció en Nueva York, desde mediados de mayo de 1852. El doctor Arosemena residió seis meses consecutivos en los Estados Unidos, durante los cuales empleó casi todo su tiempo en vigilar de cerca la educación de sus niños y en atender otros asuntos personales. Habiendo recibido la designación de parte de las asambleas cantonales de la provincia, de representarlas en el Congreso, viajó a Bogotá y ocupó ese cargo entre 1852 y 1853.
Al iniciarse las labores de la Cámara, Justo Arosemena dejó claro en una exposición de sus ideas que solamente los gólgotas podían ser considerados hombres progresistas, porque los antiguos partidos habían quedado desacreditados. Llamó retrógrados a los defensores de las causas del poder, y reaccionarios a quienes, diciéndose ser liberales, no se atrevieron a aprobar una libre reforma constitucional a la que llamaron oportuna, racional y moderada sin explicar en qué consistía la oportunidad, la racionalidad o la moderación. Desde ese espacio, el doctor Arosemena expuso y fundamentó el ideal de un sistema de gobierno local en el Istmo que, formando parte de la Nueva Granada correspondiese, ante todo, a las necesidades particularidades nacidas de su propia historia, de su situación geográfica y de su importancia comercial y política. Fundamentó con fuerza y vigor la existencia de la nación Panameña.
Entre los grandes hechos que ocurrieron en el congreso de 1855, ninguno, sin embargo, más trascendental para la vida política de la Nueva Granada y en particular del Istmo, que la expedición, al fin, del acto adicional y reformatorio de la constitución, por el cual se erigió el Estado Federal de Panamá.
Arosemena buscaba probar que el Istmo de Panamá es una estructura social y política simple, y, que por tanto, esa estructura, más cercana de los intereses de los panameños como individuos concretos, y más alejada de las pretensiones, siempre abstractas, de la nación colombiana, requería, exigía, un estatus administrativo, jurídico y político, propio, singular, autónomo. Razones históricas y geográficas, aseguró entonces, exigen el reconocimiento de que el Istmo constituye una estructura social y política singular, con una definición propia de sus intereses colectivos.
El general Mosquera no tuvo inconveniente alguno en ofrecerle, primero, el Ministerio de lo Interior y Relaciones Exteriores, cargo que no aceptó, y luego, el de ministro plenipotenciario en el Perú y de enviado extraordinario y plenipotenciario en Chile y en varias repúblicas de Centro América.
El transcurso de los años de 1868 a 1872 fue de lo más movido y fecundo en la vida pública del doctor Arosemena, aunque no le faltaron contratiempos ocasionados precisamente por su vigilante patriotismo. Asistió en julio de 1869 a la asamblea legislativa del Estado Soberano de Panamá y se le eligió su presidente. Su actuación, esta vez, se halló, como otras veces, en el alto nivel de sus reconocidos antecedentes de experto legislador, de patriota insigne y de hombre siempre preocupado por el bienestar general, aun con perjuicio de sus propios intereses particulares.
En el mismo año y ya terminadas las sesiones de la Asamblea Legislativa del Estado, elegido senador para el período de 1870 a 1871, se dirigió a Bogotá a ocupar su puesto en el Congreso.
Posteriormente, entre 1862-1872, Arosemena participó de la Asamblea del Estado Soberano de Panamá; participó del Tratado Arosemena-Sánchez-Hurlbut de 1870; emitió opiniones sobre la Constitución de 1863 y viajó a representar a Colombia ante los gobiernos de Inglaterra y Francia, contribuyendo al arreglo de la deuda exterior de Colombia. A su regreso, entre 1875-1879, Arosemena tomó partido frente a la prisión del General Camargo y condenó los métodos de los gobiernos liberales en carta al General Julián Trujillo; se sumergió en la confección de los códigos del Estado y escribió sus Estudios Constitucionales.
Arosemena se presentó como candidato a presidente del Estado de Panamá, proponiéndosele una candidatura oficial (1884- 1888). La revolución de 1885 dio al traste con el Estado Federal y llevó al forzamiento de la Constitución de 1886 por parte de Arosemena, haciéndole reparos concretos a la misma.
Don Justo Arosemena murió el 23 de febrero de 1896.
Fuente: http://www.encaribe.org/es/article/justo-arosemena-quesada/1803