León A. Soto
(1874-1902)
León A. Soto
Nació en la ciudad de Panamá, el 11 de abril de 1874. Fueron su padres el Señor Luciano Soto y la Señora Eva Urrutia. Circunstancias adversas le negaron la oportunidad de hacer estudios sistemáticos. No obstante, descolló temprano como poeta y periodista. Tuvo periódico propio: "Don Quijote" (1899), semanario que dedico espacio a la política y adhirió a la causa de Cuba.
Dotado de clara inteligencia y elevado numen, comenzaba a descollar en el campo de las letras, cuando se suscitó en el Congreso de Colombia la desaprobación del tratado Herran-Hay. Y desde esa fecha no dio tregua a sus actividades separatistas, que le acarrearon el martirio, que culminó con su fallecimiento. Murió un año antes de que Panamá entrara en la categoría de nación libre: Antes de que él pudiera ver convertido en realidad tangible un sueño que nunca dejó de soñar. Por los acontecimientos que le causaron la muerte, es considerado el Único Mártir de la emancipación Istmeña y el primero en hacer brillar la primera chispa de ese acto patriótico.
En efecto, no pudiendo arrancarle la dignidad, le quitaron la vida. Su victimario, un soldado cobarde y criminal de nombre Pío IV Cortés, le golpeó brutalmente pocos días después que él, a través de un discurso, había hecho un llamado patriótico al pueblo panameño. Como consecuencia de la brutal paliza murió el 22 de febrero de 1902.
Pero el llamado de Soto produjo su efecto, ya que al año siguiente, el pueblo entero, como un solo hombre, se aprestaba a la conquista de su libertad.
Soto fue un prócer anónimo, una víctima del ideal libertador a quien la patria en reconocimiento le otorgó el olvido. Fue un patriota valiente y desinteresado. No supo -ni lo ambicionó nunca- del reconocimiento justo ni de la recompensa que su actuación merecía. Nobleza de espíritu que debe perpetuarse en el recuerdo de todo panameño.
La obra de Soto, que cuidó mucho de la forma, denuncia un plausible afán de perfección. Cuentan - y sus versos lo corroboran - que sintió una grande e insatisfecha pasión amorosa. Espiritualmente fue un aristócrata, descontento de nuestra vulgaridad cotidiana, amigo de lo exótico y maravilloso.
León Antonio Soto fue un poeta sensorial afectivo en quien se dan en una combinación muy particular dos signos esenciales: anhelo de perfección formal y una carga romántica de potencia explosiva.
Hábil versificador, troqueló la mayoría de sus vivencias poéticas en el soneto de versos endecasílabos, escogimiento que correspondía a sus ansias de perfección. "Sublime emperador de la métrica", lo denomina Guillermo Andreve, su amigo y editor de su única obra en verso publicada, Eclécticas.
En el año 1963, mediante un resuelto Municipal, se crea el Premio Municipal León A. Soto. Gracias a la intervención del poeta y concejal en ese tiempo, Álvaro Menéndez Franco, con el objetivo de resaltar la personalidad de León A. Soto. El premio tenia, inicialmente, una única sección, que era la de Poesía y se realizaría todos los 28 de noviembre.
A Don Quijote, por
León A. Soto
I
La Salida
¡Oh noble caballero que en tu rucio,
viejo, mohíno, descarnado y reacio,
vas con la vista fija en el espacio
a riesgo de romperte el occipucio.
¿Quién que ha visto tu traje pobre y sucio;
quién que sabe que el mundo es tu palacio
creyera que hay un alma de topacio
tras de tu rostro demudado y lucio?
¡Oh noble caballero: el brazo recio
esgrimir contra el mal es pobre oficio
que a comprender no llega el vulgo necio;
Mas no estéril será tu sacrificio:
que al rostro han de escupirte su desprecio
los que escupirte no podrán su vicio!
II
Desencanto
Sigue siendo terror de los Merlines
y escarmiento de pillos y follones,
¡y cumple tantas nobles ambiciones
que olvidan los modernos paladines!
No te importen la envidia de los ruines
ni la burla de torpes corazones,
pues nunca el bueno encontrará razones
que le impidan cumplir sus nobles fines....
Pero ya corres, vuelas, vas y vienes....
¿Es que has visto quizás a cien rufianes
que a una doncella llevan en rehenes? ....
¡Corre, vuela a vengar tales desmanes!
Mas....¿qué ha sido señor, qué te detiene?
....¡Un molino, un rebaño, unos batanes!
III
Adelante!
Mas no importa! Tu fe te presta amparo
contra los desengaños, que el decoro
de tu noble misión es como el oro:
lo purifica el fuego y lo hace caro.
No reparas, por eso, en el descaro
ni en la burla de imbéciles que a coro
ríen de tí: tu audacia es un tesoro
para los malos y los necios raro.
No te importan, lo sé, porque seguro
estás de la Justicia, ¡oh noble ibero!
que es el Sol esplendente del futuro....
¡Y que te llame loco el Orbe entero!
que para el blando de alma o de alma duro
serás en todo tiempo ¡EL CABALLERO!
IV
Peccavit
Yo también como el héroe infortunado
que por tomar del débil la venganza
montó en su rucio, requirió su lanza
y fuese en busca de su bien soñado:
Yo también como él entusiasmado
y con el pecho henchido de esperanza,
ideando en el vulgo a Sancho Panza,
lancéme al mundo, en mi valor confiado.
Mas ay! que como el pobre Don Quijote
ví caer de las burlas el azote
con impiedad sobre mi augusta idea.
Y entre aventuras mil, en mi camino,
quebré mi lanza entre aspas de molino
!y a una Aldonza llamé mi Dulcinea!....
Del libro: Obra Selecta (Verso y Prosa)
Academia Panameña de la Lengua. 1974
Mariposas, por
León A. Soto
Yo no canto al precioso ropaje
que os envuelve - magnífico traje
que esmaltan los rayos ardientes del Sol-
más que al Iris, adoro ese vuelo
que en vosotras inspira el anhelo
de elevaros a la alta morada de Dios.
Qué me importas, azul mariposa?
Eres bella, lo sé, cual la hermosa
que un día ofreciónos amor y placer;
qué me importa tu hermana la blanca,
si el recuerdo que al alma le arranca
es manjar amasado con néctar y hiel?
Ya la roja no es bella promesa;
la amarilla recuerda la huesa
que nuestros despojos al fin guardará.
Ni la negra, la eterna enlutada,
causa espanto en la pobre morada
de un cadáver que aguarda la tumba no más.
Sé que el céfiro os sirve de barco,
sé que el Iris extiende su arco
por ver vuestros pasos por un cielo azul,
pero nada en vosotras me atrae
como el triste aletear con que cae
la que quema sus alas buscando la luz.
Ah! Yo os canto a vosotras que en premio
de elevaros, tenéis del bohemio
la dolorosísima muerte quizá.
Ah! Yo canto a la tribu errabunda
que la tierra y los aires inunda
con la triste nota del dolor triunfal.
La que fue de un capricho de niña
pobre víctima; aquella que ciña
corona invisible de martirio cruel,
a esa llegan mi afecto y mi canto
como llega a las penas el llanto
- a las penas ocultas que lo hacen verter.
Yo os adoro, volubles e inquietas,
pues tenéis cual los pobres poetas
por todas riquezas el aire y la luz.
Y al final de una efímera vida
olvidáis del destino la herida
disolviendo en el aire vuestro oro y azul.
Del libro: Obra Selecta (Verso y Prosa)
Academia Panameña de la Lengua. 1974
Fuente: Panamá Poesía