Stella Sierra
(1917-1997)
Stella Sierra Stella Sierra nació en Panamá, el 5 de julio de 1917. Fueron sus padres; el Dr. Alejandro Tapia Escobar y la Sra. Antonia Sierra Jaén de Tapia. En el año 1922 se divorcian sus padres y se reconoce en la sentencia de divorcio, que la menor Stella Ma. Tapia Sierra queda bajo la guarda de la madre. A partir de este momento, la madre confiere a la hija el nombre de Stella Sierra.
Su infancia y parte de su adolescencia transcurrieron en Aguadulce, lugar de origen de su familia. De allí su acendrado amor a la tierra, al paisaje, a los seres humildes que se manifiestan a través de sus obras. Hizo estudios primarios en la Escuela Puerto Rico, de ese lugar, donde cosecha sus primeros triunfos literarios al participar en concursos escolares e interescolares. Obtuvo su título de Bachiller en Comercio, carrera que escoge su madre, pero que no es la de su vocación, en el Colegio María Inmaculada. En 1954 obtuvo el título de Profesora de Segunda Enseñanza, con especialización en Español, en la Universidad de Panamá. Su tesis de grado versa sobre la poetisa Nicolle Garay.
En 1942 obtuvo el Primer Premio de Poesía en el Primer Concurso Literario Ricardo Miró, auspiciado por el ayuntamiento de Panamá, con el libro Sinfonía Jubilosa en Doce Sonetos. Tiene libros editados en Bueno Aires y en México; y, en 1946, la Unión Nacional de mujeres de Panamá patrocinó el homenaje que se le hizo por haber ganado el Concurso Literario del Uruguay con su Himno para la glorificación de Franklin D. Roosevelt.
Grabaciones de la voz poética de la autora han sido registradas por el Archivo de Literatura Hispanoamericana de la Biblioteca del Congreso de Washington.
Fue, durante varios años, Subdirectora del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación (1946-1951) y escribió una larga página en la docencia al ejercer como Profesora de Español en las Escuelas Secundarias de la capital: Escuela Profesional Isabel Herrera de Obaldía, Instituto Nacional, Liceo de Señoritas, Instituto de Enseñanza Superior, Instituto José D. Moscote (en este último colegio labora durante diez años consecutivos); durante su permanencia como profesora del Instituto Nacional funda el Círculo Estudiantil de Poesía Americana y lleva al Aula Máxima a escritores jóvenes, intelectuales y poetas. En el sendero del periodismo, sostuvo, por varios años, una columna literaria: "Marginalia", en Mundo Gráfico, y dirigió páginas literarias en este Semanario y en la Revista Épocas.
El Primer Ciclo América, ha fundado el Círculo Literario que lleva su nombre para estudiar, a través de él, a los poetas y escritores nacionales.
La Fundación Cultutal Signos ha organizado el concurso de poesía "Stella Sierra", como un merecido homenaje a la gran poetisa Stella Sierra
Fue jurado del Concurso Literario Ricardo Miró, sección Poesía, durante los años: 1951, 1958, 1972, 1974 y 1980. Murió en el año 1997.
Libre y Cautiva , por
Stella Sierra
Por sentirme despierta en la cautiva
morada oscura de tu sangre, llevo
este amargo laurel de gajo nuevo
y esta miel de cilicio rediviva.
Y no quiero saberme fugitiva
de la celda de amor en que me muevo:
porque el ángel te encuentre, yo renuevo
mis llamadas de intacta sensitiva.
Extenderás tu mano, que -impasible-
quiere lograr la flor indivisible:
su cauto aroma velará tu frente.
Como cierva te huí. ¡Qué te encadena
más ese afán de hallarme en la colmena,
carcelera celosa de tu mente!
Poema Del Mar En Tres Movimientos, por
Stella Sierra
I
Plenitud de tu nombre, mar. Tu ritmo,
ir y venir, llegar, saltar la cima
de tu propio elemento:
deshojar con tu fuerza la flor de sal y vértice de espuma
de tu risa de fósforo:
sacudirte
como una crin inmensa, brava, rota,
doblarte en equilibrio de serpiente:
¡tragarte el cielo en tu plumón de agua!
Tu ritmo, mar, tu ritmo de latido:
Golpe, dolor, que convirtió tu sexo
en abismo insondable.
¡Pleamar, pleamar! Corre la línea límpida en su mórbida
cavidad de horizonte:
brinca con fiebre al signo de la altura,
vertical en su encuentro: despunta en el trapecio de su longevidad,
rosa de esponja.
Horizontal se tiende en la flexible maraña de sus vértebras
y vuela, salta, corre -libre y ágil-,
para alcanzar la linde de la playa.
Lame tu lengua, punta del sentido,
la roca caracol.
Delgada rompe
la telaraña de la arena fija.
Raíz de yodo y sal, pulpo de histeria roja,
se desbarata el sexo.
¡Látigo del naufragio!
La ola se alza en arco hueco y duro;
choca el acero
de su espuma en el yunque;
silba cortada
por su matriz eléctrica.
Ruge en la altura,
explota su pulmón con sangre amarga,
flor enferma y caliente.
Se arroja al nacimiento de su fulgor relámpago:
abre de nuevo el ángulo del trueno
y se tiende desnuda y cristalina.
¡Bajamar, bajamar! Tiembla la ola
de movimiento en círculo.
Grita el viento enredado dentro del caracol.
Abre el pulpo los brazos y la rosa coral.
Y, jadeante la estrella, quiebra el cristal -de sol, de sal y luna-
para enlazar tu seno con el cielo.
Tu ritmo, mar, tu ritmo de latido:
¡Golpe, dolor, que convirtió tu sexo en abismo insondable!
II
Bailan, bailan y bailan
las estrellas del mar, blancas, grises y lilas en la noche sin ecos.
Bailan ebrias de sal, duras de yodo y sol, senos tensos de una
concha partida en cinco.
Danza la estrellamar con la flor de los vientos. Danza en la punta breve
de sus púas dolidas.
En su mundo de peces brinca el sol de visita con sus joyas de oro:
¡Todo es canto en la ronda!
La luna grande cuelga del árbol de coral.
Canta la ola tonta con su coro de voces
y en la flauta del viento se ríe el caracol.
¡La estrellamar, la estrellamar!
Danza desnuda y ágil, danza casta y liviana con su traje de calcio
y sus dedos de luz.
¡La estrellamar!
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Para que naufragara mi canto de esperanza
-¿Hacia dónde encendiste, mar, tu ardor de neblina?-:
para que mi amargura se muriese a la vuelta
de tu ruido mágico,
miré tu carne gris -gris de alma y de angustia- y tu espuma de nube.
¡El ancla del mar! ¡Los brazos levantados en cruz!
Y me elevaste todo el pensamiento oscuro de tormenta en la noche,
a tu fulgor sin sombras.
¡A tu rostro de abismo...!
De frente, sí, de frente
para guardar tu imagen eterna en la pupila.
¡Que se cierren los párpados por el peso del sueño!
En el pétalo verde de tu flor que se rompe
a la hora del llanto
se abrirán las varillas de los largos caminos.
Soñé tu soledad despierta por la aurora indecisa y fugaz.
Tu soledad de hoja
plana: ¡Circunferencia del azul en tu alma!
¡Semicírculo abierto por tus dedos cristales
en una sola ruta!
Tu soledad de pájaros. ¿Dónde el pico de estrella y la voz de infinito?
¡Tu soledad desnuda y ardiente por mi cuerpo!
¡Desnuda soledad!
¿Para qué en la distancia va la vela dolida de tu fulgor relámpago?
¿Para qué rompe el viento tu voz ronca?
¿Por qué contra la roca, agria de sal y sol, ha de estrellarse el pez?
Remuevo lo insondable de tu entraña partida, mar inmenso. La abierta
herida de tu carne.
Por tu alma tan sola y por mi cuerpo pleno, la comunión de dicha.
Y mis brazos tendidos cabalgando ignorados en tu rosa de oro:
¡Tú y yo en la soledad!
III
Si tu sollozo, mar,
te vaciara hasta el alma en la infinita saloma de la estrella.
Si tu voz, hueca y honda,
de trueno en la distancia, daga virgen
que amenaza la noche,
despertara la luz.
Si tú, lejano y cerca -cuerpo, cárcel-
de la nube y la espuma,
rompieras el misterio.
Pero no. Que están contados ya todos tus pasos
uno a uno en la sombra
de tus caminos grises.
¡Corazón, corazón de mar,
tan dolido en lo alegre!
¡Con tu tristeza abierta para el goce
de la ola y el cielo!
¡Ríos, muertes, dolor,
sombras desnudas
cabalgando a su antojo por tu sangre!
El trompo de coral, la calavera
con su risa vacía
bailando por tu ser, eterno ser.
¡Tú, mar,
con soldados de luna que se pudren
en los guiños del tiempo!
¡Y quillas de cristal entrelazadas
al árbol verde!
¡Tú, y la concha partida en el martirio
de sus hijos redondos!
¡Tú, mar, con los cien sexos
de la mujer y el hombre
podridos en su afán de paz delgada!
Mar infinito. Solo.
Paz y humo
de corazón adentro y de la rosa.
Comunión de mi ser y tu honda imagen:
de mi alma y tu cuerpo.
¡Tú y yo, mar,
en esta paz rosada, sin sentido!
Mar pleno. Puro mar.
Del Libro Libre y Cautiva (1947)
Canción de Mar, por
Stella Sierra
Por el verde azul del mar
el armiño de la ola.
Por el verde azul del mar.
La leve cinta de espuma
hace un adiós espiral
y hay una sed de paisaje
por el verde azul del mar.
La ola finge un fino hoyuelo
empapadito de sal;
y un beso rima la ola
por el verde azul del mar.
Ondas de verde abanico
en la seda de cristal
ocultando su esperanza
entre los brazos del mar.
Palmeras verdes que tienden
los dedos de su humedad
para arrullar a las ondas
por el verde azul del mar.
Corolas la luna amarga
en la verde inmensidad:
la arena guardó sus oros
en estuche de coral.
Por el verde azul del mar
el armiño de la ola.
Por el verde azul del mar.
Del Libro Canciones de Mar y Luna (1944)
FUENTE: Panamá Poesía.