Si te hubiese conocido tres días atrás
te habría mandado al carajo
-lo más probable-
mis cólicos menstruales me arruinan pensar en sexo
y tu barriga cervecera
y ese intento de barba
me habrían hecho huir al siguiente bar
de la otra esquina
en esta ciudad sin noches.
Si te hubiese conocido con ese trago en la mano,
justo en este lugar
con olor a mala muerte y a cigarros atravesados
me estaría preguntando cómo llegué aquí
donde el dolor se esconde en un pindín
y tras lentes empañados en una rocola.
Pero me tocó conocerte en esos lugares
donde flotan las ideas sin malas costumbres
y el atractivo lo esbozaste en palabras de Chuchú y Bukowski,
en todos esos lados
donde te levantabas en medio de una multitud conforme
con aerosoles en la mano
y una pañoleta en tu boca repleta de historias.
Después de todo,
te conocí sin cólicos menstruales
sin verte el rostro y menos la barriga,
te conocí destilando licores en poesía.
TACONES ROTOS
Para las compañeras trabajadoras sexuales.
I
Caminé por tus calles y escupiste sobre mi nombre,
viste mi cuerpo maltrecho, mis ojeras y el labial corrido,
supiste que no pertenecía a tu Biblia
y que ninguna plegaria me quitaría lo puta.
Pero en las noches,
cuando el llanto te llamaba y tu mano frágil se deslizaba por el cierre
recordaste mi alma impura, con maldiciones y cruces,
desgastada y sudorosa
bajo el último aliento de alguien que no me pertenece.
II
Desvisto mis senos,
él olfatea mis pezones.
Siento que me hundo en una ciénega,
estoy atorada en el fango de una historia que no se cuenta.
Apenas me toca,
me enviste como animal en celo,
atraviesa su angustia en mi vientre,
y yo, tras 7 minutos,
me convierto en su mundo sin piernas,
el lugar donde llora su preocupación de pobre.
III
Cuando amanezco sin rostro una trenza se escurre en mi frente,
encuentro los ojos de un niño que exige a su madre
y los colores que en mi florecen cada mañana.
Una taza de café por poner en la mesa,
el pan que faltaría sin los pocos centavos,
y mi corazón latiendo en el verde escarlata de mis alas.
IV
No siento que mi piel se haya quebrado por las grietas,
hay rayos de luz que se escapan de mí y se tragan los prejuicios,
me hago fuego entre las calles
y grito en alto en nombre de mi cuerpo que me pertenece,
por mi vida, que no se reduce al polvo de mis tacones,
por mi voz, crujiendo desde las entrañas de la tierra,
y por mis sueños, tibio despertar en la madrugada.
V
Es ahí cuando encuentro mi reflejo,
ya no me aturde esta realidad de trapos
y abro mis brazos en el camino al horizonte,
la libertad sincera,
el olor a guayabas en el árbol de al frente,
mis pechos pintados en bordes de plumas
y pájaros que me acompañan a cantar lejos del olvido.
EN EL TRÁFICO
A veces pienso que son ideas mías,
que esto no es una fila
y no son bocinas las que suenan en mi nuca,
es sólo el progreso tratando de enamorarme.
Pero luego volteo
y no entiendo al que limpia el parabrisas
o al chichero que mulea una carretilla.
Me pregunto por sus millones y los míos.
Ya no me quedan palabras atoradas en tráfico.
CORINA RUEDA BORRERO
Ciudad de Panamá, 1991. Escritora, abogada dedicada a la defensa de Derechos Humanos y activista social y política. Obtuvo el Premio de Poesía Juvenil Espejo de Papel: Voces Matinales a los 15 años en Lima, Perú, ha publicado diversos artículos de opinión en el diario La Prensa, en algunas revistas jurídicas y poesía en la Revista Lotería. Actualmente es columnista en la revista centroamericana “Casi (Literal)”, administra su blog personal (De Panamá a donde sea) y canal de YouTube en el que comparte poesía y hace comentarios políticos, sociales y sobre su vida diaria. Poeta invitada en el Festival Internacional de Poesía Ars Armandi 2016.
FUENTE: Afinidadespanama