Ricardo J. Bermúdez
A cada beso de tu viva rosa
comienzan nuevas eras de canción.
Feliz espigadora de poesía,
camino de aire, júbilo de pan,
las aguas de tus ojos soñadores
están llenas de música y de sol
Sonido dulce de lejanas voces
en el sueño que copia tu mirar.
En tu pena mi pena fue tu apoyo,
en mi dicha tu dicha fue la luz,
en todos mis silencios perduraste
estrella de mis noches sin fulgor.
Sucumbe entre las manos extraviadas
tu imagen presurosa de jazmín.
Presencia de tu sangre en mi cerebro,
blancura de tus dientes en mi cal,
uncido para siempre a la memoria
bajaré a las raíces del dolor.
Más allá de la noche y de la angustia
se agitan tus aromas de mujer.
Del Libro: Poemas de Ausencia (1937)
Poema del Dolor Infinito, por
Ricardo J. Bermúdez
Bajo el olvido de la noche muda
se desploma en mis sueños la inquietud
Todo el vacío que tu ausencia deja
abre de par en par la soledad,
la angustia desordena los caminos
y me asaltan las olas de tu adiós.
La nostalgia los astros picotea
tus señales de pan para volver.
La amarga inmensidad se multiplica
en círculos de brazos hacia tí;
el insomnio que ronda entre la niebla
se rinde fatigado de ladrar.
Tu sollozo el olvido desdibuja
entre las grietas del atardecer.
Quizá la lluvia tu memoria enciende
cuando cubre de flores mi dolor,
que la esponja del aire enjuga el tiempo
y como un demente el día echa a correr.
Tus manos, de la ausencia rescatadas,
me humanizan sobre la cruz del sur.
Del Libro Poemas de Ausencia (1937)
Tamborito Triste, por
Ricardo J. Bermúdez
Te vas, Florecita Blanca,
madurada de adioscitos,
con tus cabellos de azúcar
y los ojos de aguacero.
Llórele de la tinaja
llorando rosas de arcilla.
Florecita boquiabierta,
descalza de ruiseñores,
por el aire te me escurres
sin que respire tu beso.
Ajé y ajá que te siguen
mis pies de estrellas sin nombre.
Porque quedo sin tu risa
voy a morirme de sombra,
y el eco del valle frío
se comerá tu recuerdo.
Adiós Florecita Blanca,
adioscito cabizbajo.
Del Libro: Adán Liberado (1944)
Unidos Como Un Número Insoluble, por
Ricardo J. Bermúdez
Unidos como un número insoluble,
la Humanidad y yo somos un sólo concepto indivisible,
un líquido sin forma vaciado sobre el Tiempo,
que no rasgan las uñas de la brisa ni enturbian los paisajes.
Con la invisible savia de los cantos,
vamos creciendo mutuamente esbeltos
por el camino de las altas estrellas silenciosas
en busca del hallazgo presentido.
Nada pueden hacer los meridianos con sus doradas hoces
dividiendo los pétalos del mundo,
ni los lóbregos brazos de los mares
hundiéndose en la tierra maternal y doliente.
Es tan mío el dolor que corre por todos los compases,
entre los agrios ríos de lágrimas descalzas,
que aunque mis ojos no hayan dicho una palabra de protesta
mi corazón se empaña perennemente de neblina.
Del Libro: Adán Liberado (1944)
Canto heroico - 1,
por Ricardo J. Bermúdez
El azul de la sangre emponzoñada:
el verde azul de las injurias
que espesa el verde frío
sanguinolento de los dólares,
era el color de aquellas horas
cuando el escarnio
colmó al fin la abulia de la oveja.
Entonces, de los ojos profundos de la muerte
un huracán de niños enfiló su vorágine
contra las opulentas estulticias,
reapareció la luz y se rajaron los muros del desprecio.
Al pueblo de Panamá en los primeros
días de enero de mil novecientos sesenta y cuatro.
Del libro: Poesía Selecta
Ricardo J. Bermúdez
(1914-2000)
Ricardo J. Bermúdez Nació en la ciudad de Panamá, el 22 de agosto de 1914. Hizo sus estudios secundarios en la ciudad de Panamá, en el Colegio La Salle. Obtuvo el grado de arquitecto en la Universidad de Sauthern, California.
Fue uno de los más importantes poetas de la vanguardia panameña, una de las figuras literarias de mayor prestigio nacional. Sus extraordinarias aportaciones al oficio poético, mezcla de sensibilidad, imaginación, vivencias comunicables y rigor literario, hacen del conjunto de su obra un testimonio artístico digno de trascender las fronteras nacionales y de ser apreciado en el contexto de la literatura latinoamericana.
Tanto en el campo educativo como en la actividad profesional logró acrisolada reputación. Fue miembro de la Academia Panameña de la Lengua, profesor de la Universidad de Panamá, funcionario del Ministerio de Obras Públicas, Ministro de Educación en 1951, Decano de la Facultad de Arquitectura; fundador y miembro de la Junta Directiva de La Prensa, Diario Libre de Panamá (1980), miembro de la Junta Directiva de la Universidad Santa María La Antigua (1982-1987), presidente de la Junta Directiva de la Universidad del Istmo (1987) y Columnista del Diario La Prensa (1992-1994).
Obtuvo dos veces el segundo premio en la sección de poesía del Concurso Ricardo Miró, con sus obras Adán Liberado (según los críticos, "uno de los mejores libros escritos en el país") y Cuando la Isla era Doncella, hermosos poemas, formado por Catorce temas taboganos, en donde el sentimiento de la naturaleza tiene categoría principal. En 1961 obtiene el primer lugar con su obra Con la Llave en el Suelo.
FUENTE: PANAMÁ POESÍA