Ricardo Miró
Oyeme, corazón. En cada rama
del bosque secular se esconde un nido
o una dulce pareja que se ama;
cada una rosa del rosal resume
un corazón, feliz o dolorido,
que de amor en la brisa se consume;
la estrella que nos manda sus reflejos
no hace más que volver con su luz pura
los besos que le envían desde lejos...
Todo tiembla de amor..., hasta la piedra
a veces se estremece de ternura
y se vuelve un jardín bajo la yedra...
* * *
No importa ser mujer o ser paloma,
ser rosa de Amatonte, estrella o paloma;
importa tener alma y dar esa alma
en risas, en fulgores o en aroma.
Triunfa el amor sobre la muerte. Nacen
las rosas para amar y hasta las rosas,
cuando al viento, marchitas, se deshacen,
se vuelven un tropel de mariposas.
Suspiro en un anhelo que, escapado
del corazón, se va a volar errante
buscando una ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de luz que está delante...
Pues bien, la brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir su pensamiento
la interminable tropa de suspiros
que viaja en cada ráfaga de viento...
Tú, que tienes los ojos soñadores
como una noche tropical, asoma
tu corazón a todos los amores
y sé estrella, sé flor o sé paloma,
y ya verán tus ojos asombrados,
ante la tarde que en el mar expira,
cuán hermosa es la tarde, si se mira
con dos ojos que están enamorados.