POR: ROBERT A. GOODRICH V.*
Fue un periodista y poeta que murió haciendo lo que más amaba en su honor se celebra cada 13 de noviembre el Día del Periodista en Panamá.
El gran poeta negro como alguna vez lo llamo Demetrio Korsi murió a los 25 años mientras trabajaba en su despacho en la Estrella de Panamá un triste 13 de noviembre de 1918 había nacido un 14 de julio de 1893.
Un hombre humilde, contestario, gran poeta, autodidacto que se convirtió en uno de los pilares de la poesía en Panamá.
A continunación dejo algunos de sus poemas tomados de la página Panamá Poesía que espero sean del interés y bueno que mejor manera de seguir celebrando el Mes de la Patria y a todos los periodistas panameños.
Canto a la Bandera, por
Gaspar Octavio Hernández
Se detuvo el mancebo en la rampa, frente al mar
transparente. Comenzaba a brillar la mañana. En una
de las naves de Aguadulce fondeadas en el puerto, hercúleo
marino de color de bronce -cantando un alegre cantar de
aldea- enarbolaba el pendón tricolor del Istmo.
El mancebo sintióse inquieto de entusiasmo: el
entusiasmo le hizo poeta y le inspiró este canto:
¡Ved cómo asciende sobre el mar la enseña
que refleja en sus vívidos colores
el mar y el cielo de la patria istmeña!
¡Mirad...! ¡Es la bandera panameña,
vistosa cual gentil manto de flores!
¡Ved cómo asciende al mástil del velero
serpenteando con lánguida armonía
bajo la luz del matinal lucero,
mientras canta fornido marinero
con ruda voz, canciones de alegría!
El céfiro de Ancón, puro y fragante
como beso de virgen, acaricia
la tenue seda del pendón flotante
y tierno idilio sobre el mar sonante
con el céfiro la bandera inicia.
¡Bandera de la patria! ¡Con celajes
de púrpura encendida, con pedazos
del cielo de los ístmicos paisajes
y de marina espuma con encajes
tejieron nuestras vírgenes los lazos!
¡Bandera de la patria! Las estrellas
en tus colores su fulgor derraman
perennemente vívidas. Por ellas,
los hombres duros, las mujeres bellas
¡en patriotismo férvido se inflaman!
¡Ellas, en nuestros fuertes corazones,
la llama avivarán del heroísmo,
cuando al grito marcial de los cañones,
enemigo clarín vibre canciones
bajo el ardiente sol de nuestro Istmo!
Ellas reavivarán en nuestras almas
amor por nuestras fértiles campiñas
sembradas de naranjos y de palmas,
donde -tras de luchar- núbiles niñas
nos ceñirán de mirtos y de palmas...
¡Bandera de la patria! Sube...,sube
hasta perderte en el azul... Y luego
de flotar en la patria del querube;
de flotar junto al velo de la nube,
si ves que el Hado ciego
en los istmeños puso cobardía,
desciende al Istmo convertida en fuego
y extingue con febril desasosiego
¡a los que amaron tu esplendor un día!
La Estrella de Panamá
23 de mayo de 1915.
Ego Sum, por
Gaspar Octavio Hernández
Ni tez de nácar, ni cabellos de oro
veréis ornar de galas mi figura;
ni la luz del zafir, celeste y pura,
veréis que en mis pupilas atesoro.
Con piel tostada de atezado moro;
con ojos negros de fatal negrura,
del Ancón a la falda verde oscura
nací frente al Pacífico sonoro.
Soy un hijo del Mar... Porque en mi alma
hay -como sobre el mar- noches de calma,
indefinibles cóleras sin nombre.
y un afán de luchar conmigo mismo,
cuando en penas recónditas me abismo
¡pienso que soy un mar trocado en hombre!
1915
Del libro: La Copa de Amatista.
La cabeza de Vasco,
por Gaspar Octavio Hernández
Ya destroncada la gentil cabeza
del gentil Vasco Núñez de Balboa,
al mar, Pedrarias la arrojó. Y la sangre
que desprendióse en purpurinas gotas
—al solidificarse en el abismo—
trocóse en ramos de marinas rosas,
trocóse en haz de límpidos corales
y en relucientes y rosadas conchas.
De alcázares de perlas
ascendieron sirenas melancólicas,
y, en el mármol del rostro ensangrentado,
incrustaron sus bocas.
Incrustaron sus bocas, como incrusta
experto orfebre en cinceladas copas
de oro y de mármol o de mármol y oro,
cornalinas de púrpuras radiosas.
¡Cantaron las sirenas! Y su canto
reguero fue de tan dolientes notas,
que al escuchar sus tristes vibraciones
se estremecieron de dolor las rocas.
—¡Vasco!—dijeron las Sirenas—¡Vasco,
haz que tu labio a nuestra voz responda!
¿Recuerdas nuestra voz? ¿di, no recuerdas
que en tus fúnebres noches de congojas,
cuando tu sino infausto maldecías,
porque tu estrella naufragó en las sombras,
en nuestros dulces cantos recogimos
ecos llorosos de tus quejas hondas?
¡Bésanos, que los besos de tus labios
resonarán cual música de gloria. . . .!
¡Háblanos, que tus frases de vencido
nos dirán tu dolor en cada nota. . . .!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ni besos. . . . ni palabras. . . . ¿Qué cicuta
envenenó tu sonrosada boca?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y aprisionando entre las puras manos
la cabeza del Héroe, yerta y blonda,
las amantes sirenas del Pacífico
se escondieron debajo de las olas.
Y, al sumergirse el coro de sirenas,
repercutieron en las claras ondas
cual música de quejas y de besos,
crepitaciones de batir de colas.
Cuando bajo la fusta de los rayos
se encrespa el mar en noches tormentosas,
surgen del fondo del abismo acentos
de santa indignación y santa cólera.
¡Acentos que parecen desprendidos
de un arpa férrea, gigantesca y bronca;
acentos que parecen las protestas
de los vencidos que el dolor inmola;
acentos más terribles que los truenos
que hacen tremar la zafirina bóveda
en minutos de horror: acentos rudos
como rumor de tempestad sonora!
¡Nobles gritos quizás! ¡Tal vez los gritos
de santa indignación y santa cólera,
con que protestan los marinos monstruos,
alrededor de submarinas rocas,
al ver truncada la gentil cabeza
del gentil Vasco Núñez de Balboa!
1918
Publicado en: La Copa de Amatista.
La Agonía del Guerrero, por
Gaspar Octavio Hernández
Con ojos que denuncian pesadumbre,
mira el postrado capitán, colgada
de vetusta pared, la fina espada
con que pueblos redujo a servidumbre.
Ver le parece la musgosa cumbre
-de fresca sangre y lágrimas bañada-
donde su mano, del acero armada,
terror diera a enemiga muchedumbre.
-Inútil esperar -trémulo exclama-,
y, cual serpiente a quien la furia encona,
se retuerce de súbito en el lecho;
La Patria, envilecida; infiel mi dama,
mi acero inmóvil, rota mi corona...
¡Ah!, con la espada atravesadme el pecho.
Del libro: Melodías del pasado.
Havoc, por
Gaspar Octavio Hernández
Todos, todos cayeron en la fosa
impelidos con furia por la Suerte:
la Madre -reina de bondad-; el fuerte
Padre, y, también, la Abuela cariñosa.
Arbusto que doblega la furiosa
catástrofe-, quedé tímido, inerte,
¡oh! casa, ¡oh! nido de mi dicha, al verte
llena de polvo, oscura y silenciosa...,
miré, de pesadumbre conmovido,
los cortinajes del materno lecho,
donde exhalara mi primer quejido.
¡Y, al retirarme, en lágrimas deshecho,
mi dolor, hondamente reprimido,
como un puñal me destrozaba el pecho...!
Del libro: Melodías del pasado.
Sin duda alguna sus letras refljean sentimientos encontrados ¿no les parece?
Fuente: Panamá Poesía
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Robert Allen Goodrich Valderrama (Panamá 1980): Poeta y escritor creador del Blog Mi mundo www.robert-mimundo.blogspot.com Fundador y Administrador del Grupo en Facebook Amor por las Letras.