martes, 5 de junio de 2018

FEDERICO GARCÍA LORCA 5 DE JUNIO 1898-18 DE AGOSTO 1936

Canción de cuna

A Mercedes, muerta

Ya te vemos dormida.
Tu barca es de madera por la orilla.

Blanca princesa de nunca.
¡Duerme por la noche oscura!
Cuerpo de tierra y de nieve.
Duerme por el alba, ¡duerme!

Ya te alejas dormida.
¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!

Tierra y luna

Me quedo con el transparente hombrecillo
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn,
con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas.

Tierra tan sólo. Tierra.
Tierra para los manteles estremecidos,
para la pupila viciosa de nube,
para las heridas recientes y el húmedo pensamiento.
Tierra para todo lo que huye de la tierra.

No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas,
ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es la tierra desnuda que bala por el cielo
y deja atrás los grupos ligeros de ballenas.

Es la tierra alegrísima, imperturbable nadadora.
la que yo encuentro en el niño y en las criaturas que pasan los arcos.
¡Viva la tierra de mi pulso y del baile de los helechos,
que deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón!

Me quedo con la mujer fría
donde se queman los musgos inocentes,
me quedo con los borrachos de Brooklyn
que pisan al niño desnudo;
me quedo con los signos desgarrados
de la lenta comida de los osos.

Pero entonces baja la luna despeñada por las escaleras,
poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando los pies de mármol la llanura sin recodos,
y olvidando, bajo las sillas, diminutas carcajadas de algodón.

¡Oh Diana, Diana, Diana vacía!
Convexa resonancia donde la abeja se vuelve loca.
Mi amor de paso, tránsito, larga muerte gustada,
nunca la piel ilesa de tu desnudo huido.

Es tierra, ¡Dios mío!, tierra, lo que vengo buscando.
Embozo de horizonte, latido y sepultura.
Es dolor que se acaba y amor que se consume,
torre de sangre abierta con las manos quemadas.

Pero la luna subía y bajaba las escaleras,
repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles
y borrando mi apariencia por el término del aire.

(1935)

Suite de los espejos

Símbolo

Cristo
tenía un
espejo
en cada mano.
Multiplicaba
su propio espectro.
Proyectaba su corazón
en las miradas
negras.
¡Creo!

El gran espejo

Vivimos
bajo el gran espejo.
¡El hombre es azul!
¡Hosanna!

Reflejo

Doña Luna.
(¿Se ha roto el azogue?)
No.
¿Qué muchacho ha encendido
su linterna?

Sólo una mariposa
basta para apagarte.
Calla... ¡Pero es posible!
¡Aquella luciérnaga
es la luna!

Rayos

Todo es abanico.
Hermano, abre los brazos.
Dios es el punto.

Réplica

Un pájaro tan solo
canta.
El aire multiplica.
Oímos por espejos.

Tierra

Andamos
sobre un espejo,
sin azogue,
sobre un cristal
sin nubes.
Si los lirios nacieran
al revés,
si las rosas nacieran
al revés,
si todas las raíces
miraran las estrellas,
y el muerto no cerrara
sus ojos,
seríamos como cisnes.

Capricho

Detrás de cada espejo
hay una estrella muerta
y un arco iris niño
que duerme.

Detrás de cada espejo
hay una calma eterna
y un nido de silencios
que no han volado.

El espejo es la momia
del manantial, se cierra,
como concha de luz,
por la noche.

El espejo
es la madre-rocío,
el libro que diseca
los crepúsculos, el eco hecho carne.

Sinto

Campanillas de oro.
Pagoda dragón.
TiIín, tilín,
sobre los arrozales.
Fuente primitiva.
Fuente de la verdad.
A lo lejos,
garzas de color rosa
y el volcán marchito.

Los ojos

En los ojos se abren
infinitos senderos.
Son de encrucijadas
de la sombra.
La muerte llega siempre
de esos campos ocultos.
(Jardinera que troncha
las flores de las lágrimas.)
Las pupilas no tienen
horizontes.
Nos perdemos en ellas
como en la selva virgen.
Al castillo de irás
y no volverás
se va por el camino
que comienza en el iris.
¡Muchacho sin amor,
Dios te libre de la yedra roja!
Guárdate del viajero,
Elenita que bordas
corbatas!

Initium

Adán y Eva.
La serpiente
partió el espejo
en mil pedazos,
y la manzana
fue la piedra.

Herbarios

Libro

I
El. viajante de los jardines
lleva un herbario.
Con su tomo de olor, gira.

Por las noches vienen a sus ramas
las almas de los viejos pájaros.

Cantan en ese bosque comprimido
que requiere las fuentes del llanto.

Como las naricillas de los niños
aplastadas en el cristal opaco,
así las flores de este libro
sobre el cristal invisible de los años.

El viajante de jardines
abre el libro llorando
y los colores errabundos
se desmayan sobre el herbario.

II
El viajante del tiempo
trae el herbario de los sueños.

Yo.
¿Dónde está el herbario?

El viajante.
Lo tienes en tus manos.

Yo.
Tengo libres los diez dedos.

El viajante.
Los sueños bailan en tus cabellos.

Yo.
¿Y cuántos siglos han pasado?

El viajante.
Una sola hora tiene mi herbario.

Yo.
¿Voy al alba o a la tarde?

El viajante.
El pasado está inhabitable.

Yo.
¡Oh jardín de la amarga fruta!

El viajante.
Peor es el herbario de la luna.

III
En mucho secreto, un amigo
me enseña el herbario de los ruidos.

(¡Chist... silencio!
¡La noche cuelga del cielo!)

A la luz de un puerto perdido
vienen los ecos de todos los siglos.

(¡Chist... silencio!
¡La noche oscila en el viento!)

¡Chist... silencio!
Viejas iras se enroscan en mis dedos.

(1927)

Fuente: http://federicogarcialorca.net/obras_lorca/poemas_sueltos.htm