sábado, 19 de noviembre de 2016

CÉSAR YOUNG NÚÑEZ GRAN POETA PANAMEÑO




Adiós a la infancia,
por César Young Núñez

Vivo en el deseo de encontrarla en un
mundo de paz.
                           Vinicius de Moraes.

Adiós infancia, ya te fuiste,
y yo no he de volver para encontrarte.
Inútil fue que te colgaras del tiempo
como un pez a un caballito de mar.
Quisiera verte ahora y llevarte de la mano
por las avenidas irreales del recuerdo.
Eras un valle de ternura,
sencillamente eso, un valle de ternura.
Nos queríamos tanto!
Querías ser pobre,
y ayudar a cruzar la calle a las viejitas.
Oh Dios mío! Que buenas eras, Infancia!

En el invierno la lluvia corría por los techos,
mojaba la ropa de las lavanderas,
danzaba por las calles, humedecía el rostro de los pescadores,
y viajaba en el navío blanco del alba.
La vida tenía el aroma de las tiras cómicas
y de los vendedores de frutas.
Ah!, la vida qué otra y qué distinta!

Oh, cómo quisiera no acordarme de estas cosas!
Dios mío, dame fuerzas!
San Gregorio Mártir, dame muchísima fuerza!
Qué haré contigo, Memoria, que me cuentas todo!
Pobre de mí! Jugabas a la gallina ciega,
eras a la vez Carlos Gardel, Joe Dimaggio y Kid Chocolate.
Paz! Paz! Memoria mía!

Perdóname. No quise recordarte
en esta tarde de mariposas bordadas en el viento.
Cálmate ilusión que un día fue mi infancia!
Recordar es triste oficio.
Y hace unos momentos estuve a punto
de derramar océanos de lágrimas,
ahorros de lágrimas.

El tiempo, claro y veloz,
se tragó los calendarios.
Yo no pude impedirlo.
Pensé que tal vez nada iba a cambiar.
El cine, la playa adonde ibas a soñar lejanos viajes.
El fantasma aquél que se me apareció en una noche de luna.
Las golondrinas del parque que dormían el verano.
Oh, cómo quisiera decirte esto sin herirte!
Tuve que olvidarte para ir a las trincheras de la vida.
Debo explicarte que no me fue posible recordarte.
Tanta nostalgia no era posible!
Tanto dolor no era posible!

Oh mísero de mi! Quisiera ser niño.
Matricularme en otra vida.
Aprender el lenguaje de los grillos.
Dentro de poco perteneceré al Partido Comunista.
Oh cállate ambición mía!
Si me fuera posible convivir con las hormigas!
                  (Santa María, Madre de Dios,
                  ruega por nosotros, ahora,
                  y en la hora de nuestra muerte.
                  AMEN!)

Mañana! Mañana!
Quién dirá que tú existías,
Infancia mía para siempre muerta!
La tristeza vive conmigo.
La pobreza vive conmigo.
No sé como decirlo: agua, música, flores,
cumpleaños, sexo, hambre, muerte.

Mamá! Mamá! No puedo sufrir más!
Científicos japoneses, auxílienme!
Ludwig Van Beethoven, acude presto
con tus variaciones para un poeta moribundo!
Rezad, rezad por mí, el poeta no respira.
Poetas rusos, poetas del Brazil y del Atlántico,
os encargo el epitafio a mi cadáver.

(Oh! Otra vez esa Voz! Tal vez la voz de la Infancia!
No puede ser. Tal vez el espíritu que cité
una vez en una sesión espiritista.)

Perdóname, Infancia. Perdónalos a todos.
Y si es posible, diles que no les guardo ningún rencor.
Que en mí vive el amor a la vida, el amor a los seres y a las cosas.
Y que espero finalmente pintarle dos alas a la Poesía
y llevarla al cielo de las musas.

Adiós, Infancia, adiós. . .
Adiós Infancia buena y pálida.
Infancia mía de mis buenos sueños.
Adiós te digo tiernamente. Adiós! Adiós!
Yo no he de volver. . .

Del libro: Poemas de Rutina.

Calle de Salsipuedes,
por César Young Núñez

Calle de Salsipuedes
Calle con pulseras de vientos
y colinas y laberintos
Calle inclinada
como el delicado cuello de un cisne
Calle estrecha como el túnel de un bambú
tal como una jarra llena de monedas
crece tu música en mí
tus palabras que corren
como una llamarada de perros
el sol que llega y saluda con halago
los buhoneros y sus voces
rayadas con el amor a la vida
la billetera con anillos de sueños en las manos
la empleada que va al mercado
con un ojo colgado de la calle
y el otro del cielo
Calle que chupas aguardiente
y con mil piernas llegas a la casa
vamos a echarnos un trago
harto ya de hacer muecas
a la miseria que pasa
Heme aquí con mi corbata de lunas
y mi paraguas color de tiburón
Calle subdesarrollada
Calle donde la vida caminó descalza
con pregones en la madrugada
Calle donde le fabricamos
un ataúd a la amargura
y nos quedamos con sus hijas
para alimentarlas cada día
Calle orgullosa esplendor del mundo
bazar suelo mercado blanco
donde “Chorrera” el amigo de la infancia
vende pañuelos ganchos
peinillas con música de pájaros
y cordones espejos juguetes para la vida
y souvenirs y baratijas
Abandonado cielo dulce calle
que sin saber te quieren echar a la calle
quieren que te vayas
como una huérfana a ninguna parte
te quieren hundir y que te ahogues
destruir tus carretillas con naranjas
tus cintas de colores tu corazón de papel
tus chicharrones llenos de sol
y tu sonrisa con verduras y limones
te quieren echar a la calle
esos hijos con tripas de culebras
Calle deslumbrante
que paseas el domingo por la tarde
tan seria como un juego de bingo
que te dejas retratar
por un fotógrafo ambulante
con esas cámaras trípodes en cajas de madera
Oh nunca me olvidaré de esas fotos
donde luces un lazo rojo en la cabeza
ó una franela a rayas
y gorro de marino
Mi calle sin nubes mi biografía
Esta mañana estoy hablando de ti
en la panadería
con tus personajes famosos
Madindín
El Loco Tín
Capitán Velorio y Pata ‘e Loro
Oh debieran enrojecerse de vergüenza
si te alejaran de mí
decretando tu exilio. . .

Del libro: Poemas de Rutina.

No llores más que tu llanto me entristece,
por César Young Núñez

Lloro por las cosas que uno siempre quiso
y nunca tuvimos ni la sombra
Lloro por el hombre de la tienda azul
que le robaron dos tazas de té
y tiene el corazón destrozado
Lloro porque no le hice nunca una canción de Kuna
al  poeta Aristeides Turpana
por no dominar el idioma Kuna
Lloro por el kama sutra porque no es sutra ni la kama
Lloro por el hambre porque nunca tiene sed
Lloro por la sed porque nunca tiene hambre
Lloro por la mujer que todavía amo
Lloro por Janis Joplin y Violeta Parra
porque llenaron mi corazón de música
Lloro porque siempre me fui sin decir adiós
Lloro por mi juventud de vino y tesoro
y cuando quiero llorar suben de precio las lágrimas
Lloro por la llorona loca, por el llorón
Lloro loros, Loros lloros
Lloro por Llorente y por mi llorillanto
Lloro por mi llori/queo técnico en el octavo asalto
Y cuando no me dan de beber lloro!

Del libro: Carta a Blancanieves.

Máximas para los pajaritos sin hogar,
por César Young Núñez

Hoy amaneció
la ciudad sin árboles
y al aire durmió anoche
con los ojos de Charles Dickens
suspendidos en el cielo.
Hombres con cara de cemento,
espantapájaros de hierro,
decretaron
la tala de los árboles
para tapar el sol
con los cabellos.
Oh mis buenos amigos,
por eso os escribo
estas máximas minúsculas
con la aprobación de la
Sociedad protectora de los pájaros
y la Junta de Inquilinato de las plumas.
En primer lugar
cuando oscurezca
dormiréis calladamente
en la ornitología de las cúpulas
donde las iglesias
os miran con ternura.
Haced vuestros nidos
en la cabeza de los calvos
que os quedarán eternamente agradecidos.
Haced vuestras necesidades
en las cabezas de los que tienen cabeza de aserrín
y la exhiben públicamente.
Poned vuestros huevitos
como un céntimo de sol
en la mano de los pobres.
Para que puedan volar sin trabas
(sin que les cuelguen un ticket por velocidad)
llevad los niños a la escuela
y sobre todo a las niñas
en un vuelo expreso.
Es importante que os deis cuenta
que tendréis que llegar a las ventanas
de los hospitales de caridad
para que con vuestro canto
alegréis a los enfermos.
También ensayad cantos nuevos
(con sonido estereofónico)
en las salas de maternidad
y en los asilos de ancianos.
Deberéis sortear toda clase de peligros
(favor no olvidar los rayos Lasser)
en todos los vuelos que emprendáis.
Pero no os desesperéis,
porque después de todo,
mañana cuando amanezca
encontraréis otros árboles
creciendo en mi garganta
en el silencio deslumbrante
del invierno. . .

Del libro: Poemas de Rutina.

César Young Núñez
(1934)


Nacido en la ciudad de Panamá, el 24 de abril de 1934. Bachiller del Colegio de La Salle (1952). Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Español por la Universidad de Panamá. Catedrático universitario, poeta, narrador y columnista.

Desde temprana edad muestra su afición por la poesía, colaborando con los diarios locales y en revistas nacionales y extranjeras. Ejerció el periodismo literario como corresponsal en Panamá de la revista Mexicana de poesía Pájaro Cascabel y en 1971, junto con sus compañeros generacionales, participó en la publicación del cuaderno de poesía Sie7e. Young Núñez es reconocido por sus recitales, individuales y de grupo.

Colaborador del Diario La Prensa en la década de 1980, con sus columnas Las gafas de Groucho Marx y el Viaje submarino en veinte lenguas, firmadas por Julio Viernes. Después su hábil pluma pasa a la revista Ellas de La Prensa, donde durante casi 25 años aparece su columna Cartas a Julio Viernes, que luego se traslada al suplemento dominical Mosaico.

Refiriéndose a Young Núñez, Rodrigo Miró nos dice en su obra, Itinerario de la Poesía en Panamá: “De ascendencia china, lo que parece explicar cierta buída lucidez que le caracteriza, es dueño asimismo de una vena de humor no frecuente en nuestras letras. Admirador de Nicanor Parra, practica el antipoema y la literatura del absurdo”. Y podemos agregar, que al leer a Young Núñez estamos frente a la poesía jocosa, a los versos que nos sacan una sonrisa y hasta nos arrancan una carcajada.

Obtuvo una mención honorífica en el Concurso Literario Ricardo Miró de 1962, con el libro inédito Del otro lado del viento. Segunda mención honorifica del Concurso Literario Ricardo Miró de 1965, con su obra Poemas de rutina. Premio Universidad (1972-1973), con la obra Instrucciones para ángeles. En el año 2002 se le concede el Premio Nacional de Poesía Ricardo J. Bermúdez, por su aporte original a la poesía panameña. En el 2014, como reconocimiento a su trayectoria poética, es distinguido con La Condecoración Rogelio Sinán. Young Núñez ha sido incluido en varias antologías sobre poesía panameña e hispanoamericana.

Fuente: Panamá Poesía