viernes, 11 de noviembre de 2016

DR. BELISARIO PORRAS POLÍTICO, PRESIDENTE, POETA, ESCRITOR PANAMEÑO




La Cruz,
por Belisario Porras

El mar, inmenso cofre
de múltiples tesoros
besa la playa tibia,
polvo de arena y oro.

Tienen sus ensenadas
caricias de mujeres,
sus costas, la risueña
verdor de los vergeles.

El Cristo que mi abuela
colgó sobre mi cuello
cayó sobre la arena
y fue aquello

motivo de algazara,
que junto a mí veía.
Se mofaron del Cristo
que del pecho pendía.

Y lleno de coraje
en ira sumergido.
Miré el Cristo de oro
y pregunté atrevido:

Decidme: entre vosotros
no existe un buen nacido?
¿Por qué esta cruz bendita
a risa os ha movido?

Callaron todos, y mis ojos
del color del acero
retaron a los hombres
con encono y despecho.

¿No tenéis en la casa
algún santo trofeo
que os señale y recuerde
un culto, un amor, un deseo?

Un viejo liberal, recogió el Crucifijo
paso la vista a todos, los miró
y con temblor de labios
y aleteo de manos, lo besó.

Después, besaron todos
el Cristo de la abuela
que en mi pecho campea
sin caer, desde la tarde aquella.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.
Panamá, 1956.

Al escuchar tu Historia,
por Belisario Porras

Hallábase la mar indómita dormida
y nuestra barca próspera, velera
vagaba silenciosa y placentera
por las cerúleas ondas atrevida.

Yo en tanto que el lumbroso firmamento
hermosa Febe, rápida cruzaba,
la historia de Endimión te recitaba
de Salmos en la gruta, soñoliento.

Tu, candorosa, de virtudes llena
escuchabas con la gracia cansina.
La niebla en el orto cenicienta
cenicienta en el orto la neblina.

En mi hombro reclinada la cabeza
y suspirando con melancolía
al escuchar la historia de nobleza,
me mirabas inquieta y te reías.

La noche estrellada iba pasando
el silencio quebró mi fantasía,
al despertar la bella aurora
en la preciosa barca, murió mi fantasía.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

A Josefina Reyes,
por Belisario Porras

(Semblanza)
Lanzó un suspiro en su constante anhelo
el alma triste a la orfandad unida,
que a Dios llevara en su plegaria al Cielo.

Y con bruma creciente convertida
la lágrima rodaba fervorosa
hacia la cumbre alzárase impelida.

Brotaste entonces del Ideal, hermosa,
hija del alma en su constante anhelo
que Dios formara para ser la Diosa
de inspiración fecunda en este suelo.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

La Esperanza,
por Belisario Porras

Brilló en la nada el rayo de la vida
hirió al pasar la sombra pavorosa
y allá a lo lejos, para el bien nacida
te vio el anhelo aparecer grandiosa.

El suspiro cayó, que el pecho anida;
secose el llanto de la faz llorosa,
y el alma excelsa, en el vaivén herida
luchó hasta el borde de la negra fosa.

Que así en la muerte al encender tu llama
huye la duda y el dolor fallece
y aliento infundes a la misma Fama;

Virtud concedes, que a tus plantas crece;
al Vicio matas cuando airado brama,
y ni en la tumba tu fulgor perece.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.
Versión original, publicada en: La Miscelánea de Medellín.

El fruto de la gratitud, por
Belisario Porras

La Parábola del sembrador
Me escapé de la cárcel por mí mismo, sin auxilio de nadie; me escapé por el amor ingénito, irresistible, a la libertad; por mi temor también la humillación que sabía deseaban imponerme, y, el propio modo, por mi anhelo de huir lejos, muy lejos, decepcionado ya, hasta lo hondo de mi alma, por los horrores que había visto, y que no figuraban en mis ideales de revolucionario… Me escapé y huía de los hombres, internándome a pié en los bosques, más y más. Suponía que me buscaban como a un jabalí, y me perseguirían hasta el último confín. En efecto, un destacamento habían enviado en pos de mí. El Comandante Jaén, era su jefe y lo había dividido en dos pelotones para envolverme, sorprenderme y apresarme, el uno siguiendo mis huellas, por donde se había emprendido mi fuga, al mando de un campesino de nombre Miguel Robles, y el otro, dirigido por el mismo Jaén, por donde se suponía que podía salir yo. Los dos pelotones debía encontrarse en la aldea de Gatú.

El cuarto día en la mañana, me encontraba yo en un rancho, en los barrancos de la izquierda del río Santa María, dejando que mis vaqueanos secaran mis vestidos en el fogón de la cocina. Acababa de cruzar a nado el río crecido, desbordado, sobre los mismos barrancos, y no bien vestido de nuevo, con los vestidos todavía húmedos y olorosos a humo, oí varios tric-tracs de arma de fuego que montaban como para disparar. Alcé mis ojos y me vi rodeado de soldados. Su jefe se acercó a mi mientras los soldados me apuntaban y mientras yo guardaba en el bolsillo del pecho de mi camisilla de lana mis anteojos, y me dijo:

-Dese preso!. . .

-Me toman pues, repuse, por algún godo? Esto sí que es extraordinario. Yo soy (lo que primero se me vino a la mente) el Capitán Juan Bautista González, del Batallón Tolima, y sigo a las Minas del Remanso, en busca de carretas para cargar parque del Ejército (yo sabía que el Ejército tenía esa necesidad).

-No importa, replicó el que hacía de jefe, dese preso!. . .

No hubo más; era imposible entrar en réplicas y discusiones. Vi la determinación invariable y definitiva de apresarme, y en un estado lamentable de desesperación, dejé hacer.

Nos pusieron a mí y a mis dos vaqueanos en fila para marchar, así: primero un soldado que hacía de guía, y después de éste uno de mis vaqueanos, en pos del cual irían tres soldados y luego de éstos el otro vaqueano y tres soldados más cuidándolo y por último yo, con mi larga cabellera sin cortar hacía cinco meses, y con mi barba ibídem, con el Jefe, Miguel Robles detrás.

Anduvimos así en dirección a Gatú por más de una hora por un camino que era a veces un sendero.

Como yo soy miope y andaba sin anteojos, hubo un sitio, en un recodo del camino, el cual perdí de vista a los que me precedían, y en lugar de seguir por el sendero tomé un deshecho que pareció un camino amplio y claro. El Jefe Robles que venía un poco atrás, pero teniéndome siempre a la vista, me gritó con todos sus pulmones:

-Por hay no, dotor. .  .

Yo me quedé abismado al oírme llamar doctor, pensando en que, no obstante mis protestas de no ser godo ni otra cosa que un simple Capitán del Ejército Liberal, y con todo y mi barba, mi luenga cabellera y mi falta de anteojos, estaba perfectamente reconocido. Me detuve y me volví hacia el guardián que avanzaba y le dije:

-Doctor me llama usted, señor Oficial, por quién me toma?

-La verdad me dijo, es que yo no lo conozco a usted. Es aquél que va alante el que dice que usted es el doctor Porras, que lo conoció en Panamá cuando él era aguador de pipote allí y le vendía agua diariamente. Por mí ojalá pudiera conocer al dotor.

-Por qué quiere conocerlo usted? - le repuse con cierta inquietud.

-Porque él fue servicial y bueno alguna vez con una hermana jembra mía que vive en Panamá. Los Robles de San Francisco no podemos olvidar eso y somos todos de él. Aquí estamos en la Revolución, por él. Pelearemos por él. . .Todavía no lo hemos visto., pero le serviríamos con todo el corazón.

A medida que hablaba Robles me parecía entrever, como un rayo de esperanza, la puerta de mi escape y de mi liberación; pero me abstuve de confesarle la verdad. Un preso en fuga vive en el temor, en la desconfianza de todo el mundo, refrenado por la más refinada prudencia, y esperé nuevas revelaciones y nuevas circunstancias.

Mi miopía no me dejaba ver el paisaje de alrededor; pero por los cantos de los gallos comprendía que ya nos encontrábamos en la aldea de Gatú, y me sentí aterrorizado, pensando que allí debía estar espetándome ya el Comandante Jaén, un enemigo que me había echado cuando de mis mocedades había tenido la crueldad, propia de jóvenes, que escriben siempre críticas al comenzar su carrera literaria, de motejarle una obra en la cual figuraba la cacería de un tigre manso y burlón.

Llegamos a una casa y por lo que oí hablar a los soldados, ya llegados, con el Jefe Robles de nuestro pelotón, comprendí que el Comandante Jaén no había llegado aún y mi temor se calmó La familia de la casa eran los Pugas y González, enlazados; pero no estaban en ella sino puras mujeres simplemente. Los hombres prestaban servicio en el ejército o andaban en alguna comisión. Todas esas señoras, jóvenes y viejas, de bella presencia, de cultura, que daban testimonio de su posición y de su valor social, salieron a mi encuentro con muestras de cariño, haciéndome comprender que estaban impuestas por los delanteros, entre quienes estaba el que decía haber sido aguador en Panamá, quién era el preso de consideración que llegaba.

Sin duda no podía seguir fingiéndome un mero Capitán. Estaba reconocido y perdido!. . . Mí. emoción era tan grande y mi imaginación tan excitada que ya me parecía oír golpear en el camino gredoso los cascos de los caballos a puro galope, del pelotón del Comandante Jaén que se acercaba. Definitivamente me iban a tomar y amarrar, como un gran criminal, y a llevarme entre dos filas de soldados hasta las llanuras relampagueantes de Aguadulce. . .

No me pude contener y les hablé así:

-Supónganse señoras, que estos hombres me toman por el doctor Porras y con orden de aprehenderlo me han apresado a mí y me llevan Aguadulce. . . El doctor Porras!. . . El Jefe del Partido Liberal! El que organizó la invasión, el que abandonó posición, bienes e hijos y se vino por llamamiento de sus amigos al Istmo a exponer la vida y a sacrificarse por ellos y por su Partido! El Dr. Porras! El que triunfó en Bejuco y se tomó el Vigía y decidió la victoria en Aguadulce, el compañero de los humildes soldados opuesto a los azotes. al reclutamiento y a las violencias. . . El Dr. Porras, aherrojado en una cárcel con puertas y ventanas tapiadas, sin luz, incomunicado todo el tiempo, sin poderse bañar, afeitar, ni cortar el cabello, sujeto siempre a la dieta de una ración. . . . Cómo puede ser?. . .

En este punto Miguel Robles, el Jefe del pelotón, comenzó a secarse los ojos y las mujeres de la casa comenzaron a llorar. Oh sensibles y nobles corazones!

Me pareció llegado el momento de poner a prueba definitiva sus fibras más recónditas y sacando mis anteojos del bolsillo del pecho de mi camisilla de lana y poniéndomelos, les dije al fin:

-Efectivamente, soy el mismo doctor Porras y ahora, Miguel Robles, que me lleven a Aguadulce y me fusilen como un miserable traidor! ! !

Miguel Robles el jefe del pelotón, el hermano de la hermana hembra con quién había sido yo servicial y bueno alguna vez en panamá, Miguel se precipitó sobre mí con los brazos abiertos gritando:

-Nunca! Nunca! dotor. Moriríamos con usted todos los Robles de San Francisco!!

Y todos me abrazaban, después de Miguel los soldados, los peones de la finca y las señoras jóvenes y viejas de las distinguidas familias de los Pugas y González.

-Váyanse, pues, grité; váyanse antes de que llegue el Comandante Jaén, váyanse, muchachos.

Y con un último abrazo se fueron todos, inclusive el que se decía aguador con pipote en Panamá. . . .Un gran silencio reinó en seguida a mi alrededor: quedé abismado en un hondo arrobamiento, pensando en la sorpresa mágica, en la retribución inesperada del bien: discurriendo mentalmente cómo un bien que no había caído a orillas del camino, ni había sido hollado por nadie; ni tampoco entre rocas, ni entre espinas sino en buena tierra; un bien que ya tenía yo olvidado, un bien de los que aprendí a hacer desde niño, leyendo Oh dulce Jesús! tú parábola de Cafarnaum, la del Sembrador ese bien había producido un día su fruto, centuplicándolo, dando ciento por uno, salvándome de la muerte y de la humillación!. . .

Con cuánto placer lo recuerdo hoy, día de tu inolvidable Navidad, cuando se cumplen mil y tantos años de que viniste al mundo, oh amado Jesús! En el curso de mi vida trabajosa y combatida me he convencido de las verdades que enseñaste. Todavía y por los siglos de los siglos de los siglos a venir tus enseñanzas perduran y perdurarán y servirán de guías a los hombres. Tu vida es un ejemplo de cómo debe vivirse: pero tu palabra fue mejor: la luz, el faro por donde debemos seguir. Todas tus palabras fueron revelaciones de la eterna verdad. Todo paso hacia ti mata toda duda: todo pensamiento o palabra o acto por ti nos lleva lejos, sin desaliento, hacia la gloria del bien. Sin ti, como decía Renan, el mismo Renan, la historia sería incomprensible, ¡oh dulce, oh amado Jesús!. . . .

Diciembre 25 de 1922.

Belisario Porras

Cuento publicado en: Revista Lotería Nº 85 de diciembre de 1962.

Reflexiones Canaleras o la Venta del Istmo, por
Belisario Porras

Que amarga ironía la de la Historia, enfrentarse al presente con las manos vacías, impotente ante nuestras pasiones, pero comprendiendo que ella se levantará como un juez severo, con un arma más poderosa que la de nuestras manos y nuestros corazones; un arma que es el símbolo de la verdad: La Palabra.

El Istmo de Panamá, sujeto hoy a la ruta de las ambiciones norteamericanas, ajeno a su propia dirección, impulsado por hombres pequeños y temerosos, que no saben ni defender sus derechos más elementales, no recuerdan hoy que cuando nos emancipamos, lo hicimos sin sacrificios de nadie, sin el esfuerzo de los héroes legendarios de Carabobo y Boyacá, enfrentándonos al imperio colonial más grande que conocieron todos los siglos de Grecia y de Roma.

Ciertamente que todos los colombianos deseamos que se abra el Canal Interoceánico por nuestro territorio del Istmo, pero ahora que los norteamericanos hacen la proposición de construirlo y que han celebrado con la República de Colombia el Tratado Herran Hay, con este objeto, así como hay quienes son partidarios de él, a todo trance, y que piden por consiguiente que este contrato sea aprobado sin modificaciones, también hay quienes pensamos que solo podrá aceptarse modificándolo y que si ha de construirse el Canal, sea sin mengua de la integridad de nuestra soberanía, de la honra de la patria, y de nuestra seguridad económica.

Moderen sus cálculos los que imaginan que los norteamericanos habrán de construir esta obra para nuestro beneficio y recuérdese que éstos no han sido capaces de respetar sus obligaciones contractuales desde el año 1849, en que la seguridad del Istmo ha sido amenazada y controlada caprichosamente por la dirección que le ha venido imponiendo aquel país.

Los que combatimos al Tratado Herran Hay, somos uniformes en nuestras argumentaciones y lógicos con nosotros mismos, no discrepando en un solo punto. Los canalistas a toda costa, se distinguen por la falta de uniformidad y de lógica. No solo se contradicen unos a otros, sino a sí mismos. Nos ha parecido que los primeros son demasiado conformes o ingenuos para comprender la verdad.

Para los que sostenemos la soberanía, la honra, la integridad de la patria y la seguridad económica del Istmo, la verdad resplandece y nos guía a todos como un foco de luz, en tanto que los que se olvidan de estos principios que son de conservación, se dejan arrastrar por móviles menos elevados, menos resplandecientes, menos fijos, más particulares, y por esto se van por diversas vías, empleando recursos desiguales, como si dijéramos vehículos distintos.

Los norteamericanos han tenido dominio absoluto del Istmo desde el año de 1849 sobre la línea férrea de Panamá a Colón, lo que consideran en cierto modo una prolongación de la línea costanera de los Estados Unidos, y los Istmeños con temor debemos comprender el peligro que entraña para nuestro porvenir estas pretensiones del norteamericanismo; el Tratado Herran Hay no limita las ambiciones y propósitos norteamericanos, sino que abre las puertas por completo a la dominación norteamericana. Por ello deducimos en buena lógica que de aprobarse el Tratado Herran Hay, esto constituirá enpocas palabras UNA VENTA DEL ISTMO.

Acaso queremos echar el Istmo en brazos de los norteamericanos. . . ?

Deshacernos de él por diez millones de pesos en oro. . . y qué. . . ?

Olvidan los istmeños que nos han humillado los norteamericanos, tan sólo con el dominio de la línea férrea de Panamá a Colón; si les ofrecemos y les entregamos una faja de terreno en el Istmo, es lógico que en poco tiempo pretenderán dominar en los 900 miriámetros cuadrados del territorio que compone el Istmo de Panamá, y si han de avanzar como avanzan hoy, los norteamericanos nos colonizarán con la mayor firmeza y rapidez. . . !

Pero no han de llegar. . . !! Antes de que se cumpla este supuesto destino irremediable, que nos hunda el mar y nos sepulte entre las corales y las ostras. . . !!

Las publicaciones que hasta el presente se han hecho, no estudian este punto, lo rozan apenas como el batir del ave con sus alas. Cuando advierten que la Constitución de la República a nadie ha conferido, ni al gobierno, ni al Poder Legislativo, ni a ninguna autoridad, la facultad de enajenar ni siquiera una pequeña parte de nuestros territorios, ni siquiera con el propósito de administrar el Canal Interoceánico.

La soberanía Colombiana debe ser mantenida a toda costa, y que la bandera tricolor de Colombia, ondee sin temores y sin reticencias desde Bocas del Toro, hasta Cundinamarca. . . ! Que ninguna bandera extranjera sea plantada en nuestro territorio, ni siquiera con el pretexto de abrir un camino en nuestra tierra para abrazar los mares. . . !!

Por qué creer que este es el principio fundamental de que ninguna autoridad, por elevada que sea, puede ejercer facultades para enajenar nuestro territorio y conceder los derechos soberanos? La integridad de la patria debe ser mantenida a toda costa, y si ha de intentarse construir el Canal Interoceánico, que se asegure y se explique que solo nuestro ejército, nuestra policía, nuestros jueces, podrán administrar justicia. . . !

Todos los tratadistas de derecho, desde Blunstschi hasta Fiore, sin excepción de uno solo, sostienen que la soberanía es indivisible, que la soberanía es inajenable, que la soberanía es única, y que es una condición inmanente a la nación; el territorio de la patria no puede ser dividido, ni siquiera alquilado, ni siquiera con el pretexto de abrir el canal interoceánico.

No comprendemos qué ley de la República, qué poder del Estado, puede tener facultades para desmembrar nuestro territorio y entregar parte de él a la administración de los norteamericanos!

Las cosas hay que hablarlas con entera franqueza y claridad. El Istmo de Panamá -es decir Colombia- simplemente está ofreciendo la posibilidad de abrir el Canal Interoceánico, contando con el más valioso capital, que es la tierra y la posición geográfica, sin cuyo concurso los norteamericanos no podrán abrir dicho canal, y sino que lo intenten desde Florida a California. . . !

El Istmo dePanamá es la franja más angosta del continente americano, y ofrece su territorio para la magna obra; no se puede menospreciar el capital que constituye el aporte de la República de Colombia, ya que es sin duda el más valioso; porque estamos seguros de que si los norteamericanos no construyen el Canal con todo su enorme capital económico, cualquiera otra potencia europea en mejor ocasión, preferirá nuestra ruta, a la de cualquier otro país. Si no, díganlo con elocuencia, las rutas en proyecto de Tehuantepec y Nicaragua, las cuales fueron desechadas en minucioso examen y que vino a determinar el proyecto de Lesseps y Bonaparte Wyse.

El argumento que ha venido esgrimiendo el norteamericano del peligro europeo, constituye en sí una respuesta al peligro norteamericano que vemos venir con todo el temor los que combatimos el tratado Herran Hay. Insistimos en que esa franja de territorio que se dará a los norteamericanos, les hará dueños de nuestro territorio, y si no que lo digan con elocuencia la aplicación de la doctrina Monroe en nuestra propia tierra americana, a donde han sembrado sus manos de sangre. . . !!

Los norteamericanos contemplan con todo el cálculo la posibilidad de hacerse dueños del Istmo de Panamá, pero nos dicen con todo el cinismo. . . "los europeos nos acechan, están prontos a devorarnos, y es necesario que nosotros los protejamos, contra sus intereses imperialistas. . ." Casi pareciera que los norteamericanos son nuestros amigos, a manera del lobo con la oveja, siempre que nos dejemos devorar tan solo por ellos -aunque bien pienso que así serían igualmente los europeos indiscutiblemente.

Nos dicen los norteamericanos que serán nuestra garantía si les entregamos una faja de nuestro territorio, pero que serán nuestra amenaza si nos resistimos contra ellos. . .  ya desde el canal francés han venido amenazándonos y en tal sentido se ha pronunciado profusamente la prensa norteamericana.

Se ve, pues, que se nos coloca como los navegantes, perseguidos en Neptuno en la Odiseo de Homero, entre Caribdis y Escila; expuestos a sucumbirnos entre los antros, como fauces de uno de los dos monstruos mitológicos; por tanto se desprende que estas cosas deben tratarse con cuidado, sólo estudiando las preferencias y ventajas; un gobierno inteligente, podrá sacar mejor provecho de la insistencia norteamericana, no dejando caer en el olvido por completo, que entre las naciones europeas pueden encontrarse mejores garantías de respeto y de dignidad, que la que nos ofrecen hoy los norteamericanos con el tratado Herran Hay.

Los norteamericanos quieren absorbernos. . . vendrán aquí con el mensaje de su lengua y de su folklore, son de una condición que no respeta más hegemonía cultural que la suya; vendrán a colonizarnos, no sólo como se explota una comarca, con propósitos comerciales —o políticos— sino por medio de su cultura, sinceramente incompatible con la nuestra. A dónde está nuestro valor civil, a dónde nuestra dignidad, a dónde nuestro concepto de la nacionalidad, y de la cultura hispánica, de nuestros derechos y de nuestra personalidad definida. . . !

Admitimos y comprendemos el peligro europeo, sabemos que entraña un peligro como el del norteamericano, pero no nos intimida tanto, porque allende el mar, una vez una gran nación pretendió dominarnos e imponernos su autoridad por los siglos, y el istmo, sin armas casi, se levantó por su propia voluntad para deshacer los lazos políticos. . . LOS CULTURALES NO, nunca jamás!

Los norteamericanos nos dicen que nos tienen mucho cariño; no pocas veces hemos leído en la prensa norteamericana, criticas violentas contra la política imperialista de los europeos contra los latinoamericanos; no pocas veces hemos leído en la prensa norteamericana críticas contra la política de los europeos, que vienen desarrollando en el continente negro —de quienes parece que quieren convertirse en defensores-- qué ironía, para los que defiendan la teoría de McKinley de la expansión territorial y del racismo, y de imponer por la fuerza, una política del panamericanismo, que se administra desde las fronteras norteamericanas, si no, díganlo con elocuencia. . .  México, Cuba, Haití, Filipinas, Puerto Rico. . .  o nosotros mismos!

El ponderado cariño de que nos hablan los norteamericanos, coincide con su propio interés, proclamando la doctrina Monroe; porque para su propia integridad son un peligro las agresiones y amenazas de la Santa Alianza, y si se opusieron a Maximiliano en México, fue por temor a su propia integridad, y si se opusieron a la dominación de Cuba y de Puerto Rico, por consejo desde los tiempos de Jefferson— fue por ejercer una hegemonía, que hoy sufrimos, y que ha sido de ingentes provechos para el país de los norteamericanos.

Sinceramente estos no son hombres sinceros, hombres de virtud y de palabra, estos no aman los ideales del derecho con alma pura y fe. ¿Quién no recuerda los ríos de sangre que hicieron derramar para mantener la esclavitud de los negros en su propia tierra y quién no recuerda la impasividad, la indiferencia con que han visto las colonias de Jamaica y la de Guayana en el propio centro del enorme país latinoamericano.

El negro redimido no ha dejado de ser esclavo, y hoy, cansado de recibir ultrajes y horribles brutalidades, en el propio país donde levantó ríos de oro con sus propias manos, no conoce ni siquiera el amparo para él, y Lleno de zozobras y de angustias, como un náufrago vuelve sus ojos espantados de llanto, ante el misericordioso Zar de todas las Rusias — padrecito de millones de esclavos — en busca de protección.

No hablaremos con detalle de la dominación norteamericana en Puerto Rico, porque ella forma parte de una larga página de interminables horrores, denunciados al mundo por Luis Muñoz Rivera, y basta citar a Filipinas, perseguida, hostigada, cazada de cerca como una fiera, que se extingue en medio de torturas y humillaciones, bajo el fuste de sus nuevos amos. . . !

¿Qué prueba esto? Que debemos creer en el cariño de los norteamericanos, padres y protectores de la enorme isla del nuevo continente, y que debemos someternos a su voluntad?

No, y mil veces. . . NO! Porque Panamá no necesita del Canal; pero si ese ha de ser nuestro inexorable destino histórico, que se recuerde que el Istmo dePanamá cuenta con el más valioso tesoro para su construcción  y que ellos no lo construirán sin nuestro concurso.

No somos, sin embargo, de los que creemos que el Istmo de Panamá debe construir el Canal a toda costa, aún a riesgo de la desmembración de nuestra patria colombiana; si es verdad que el Istmo ha adquirido su propia personalidad a través de toda su historia y que tiene el derecho de exigir, como advertimos con claridad en nuestra Acta de Independencia en el año 1821, LA AUTONOMIA FEDERAL, para conservar nuestra INDEPENDENCIA INTERNA, no soy, repito, de los que creen que debemos separarnos de Colombia; ajenas al sueño del Libertador, las provincias latinoamericanas han ido dividiéndose, no consiguiendo otra cosa que su debilitamiento, cuando debemos volver nuestros ojos hacia la unión latinoamericana, uniendo en un solo país las provincias que hablan una misma lengua en una misma cultura; no podemos pensar mezquinamente en que debemos separarnos de Colombia. Tal vez sea esto lo que quieren los norteamericanos pare dominarnos, sabiendo que junto a un país grande y fuerte podemos exigir mucho más de ellos, que como un pequeño país débil y aislado.

El Tratado Herran Hay, irrespetando y violando los leyes de la República Colombiana, pretende fraccionar nuestra soberanía y ponerla bajo la protección norteamericana, y esto constituye una cesión falaz, por medio de un falso arrendamiento, hecho para acopiar mucho oro, pero sólo para los norteamericanos.

No olvidemos que la Historia está frente a nosotros, y que somos responsables ante nuestras generaciones venideras de lo que decidamos hoy; recuérdese que la demasiada confianza en los norteamericanos, solo nos traerá remordimientos tardíos. Pensemos que, antes que todas nuestras ilusiones, está un deber para la patria y para con nuestros hijos: el de conservar integro el patrimonio nacional, que nos legaron nuestros padres.

Belisario Porras

Tomado de: Revista Tareas Año I, Nº 5, de agosto-diciembre de 1961.

Publicado originalmente en: El Constitucional de El Salvador, del 18 de julio de 1903.

Belisario Porras
(1856-1942)


Nació en la ciudad de Las Tablas, provincia de Los Santos, el 28 de noviembre de 1856. Fueron sus padres: Don Demetrio Porras, prestigioso abogado colombiano que llegó a Panamá atraído por la construcción del ferrocarril interoceánico; y  doña Juana Gumersinda Barahona, hermosa dama descendiente de una familia española.

Queda huérfano de madre, cuando tenía muy corta edad y queda al cuidado de la abuela materna, Doña Francisca León viuda de Joaquín Barahona. Su niñez y adolescencia los vive en su ciudad natal, con limitaciones por la estrechez económica de la familia. Para educarle, su abuela, le proporcionó maestros, entre ellos don J. E. Brandao, padrino de Belisario; don Isauro Borrero y don Nemesio Medina, este ultimo descubre el privilegiado espíritu de aquel niño, deseoso de adiestrarse y conocer todas las ramas del pensamiento humano.

Desde muy temprana edad, el que había de ser caudillo de la masa liberal del Istmo, sintió su alma abrasada por la inspiración poética. Contribuyó a ello la espléndida nitidez del paisaje que rodeo su infancia. Los árboles, las montañas, los ríos y todo el paisaje tropical, crearon en Belisario una adoración a la naturaleza exuberante de sus contornos, comunicándole la mágica inspiración, los colores, los perfumes y los arrullos de los valles nacidos a la sombra de las elevadas cimas del Tebujo, del Picacho y del Canajagua.

También a temprana edad, nación en Belisario, su deseo de consagrarse a la causa liberal, de la que no tenía tradición familiar ya que su padre era conservador de doctrinas muy puras y su abuela y sus tíos no militaban en campos doctrinarios. Pero dos ilustres istmeños fueron los inspiradores de sus sueños: El Dr. Gil Colunje y el General Buenaventura Correoso, a quienes tuvo la oportunidad de conocer cuando todavía era muy niño, y ellos inspiraron el culto a la causa liberal.

Al cumplir los 14 años, el padre reclamó a Belisario para encauzarle por las vías del Derecho y las ciencias Sociales.  Debido a esto se traslada, acompañado de uno de sus tíos, a la ciudad de Panamá para que don Juan Mendoza, ilustre hombre público y Diputado al Congreso colombiano, lo llevara a Bogotá. Don Demetrio Porras, recibió con ilusión y cariño a su hijo Belisario y en el mes de febrero de 1872, lo internó en el Colegio de San Bartolomé.

Culminado su bachiller, ingresó para seguir la carrera de abogado en la Universidad Nacional,  donde hizo entrañable amistad con Carlos A. Mendoza y Francisco Mata. Entre sus profesores se encontraban el Dr. Gil Colunje y Diógenes Arrieta, pasante de letras, gran idealista y poeta.  En las clases de este catedrático, Belisario Porras inició su dirección poética.  Un día, el maestro les habló de Bécquer y les recitó algunos versos del vate español; después invitó a los alumnos a que inspirados en el gran lirico compusieran alguna poesía. Así nace su primer verso titulado AVE MARINA.

Aquella clase, fue para Belisario una dulce experiencia. Se sentía feliz y muy a gusto, porque muy pronto adquirió amistades y con ellas acudía  a reuniones intelectuales que se efectuaban en casas particulares y en el atrio de la Catedral, ateneo pintoresco que era cátedra de oratoria. Los temas que se discutían eran variados: medicina, derecho, sociología, historia y sobre todo literatura.

La persona que regia aquel movimiento de avances literarios era Antonio José Restrepo. A él le toco leer las primeras producciones poéticas de Belisario. Los versos que producía para entonces estaban dedicados a cierta beldad de la que se había enamorado perdidamente, pero la ingrata desdeñó su cariño.

Estudiante aún, estalló la guerra civil en Colombia, originada por la rivalidad entre liberales y conservadores. En esta contienda tomó parte Belisario como miembro del batallón alcanfor que había triunfado en la línea, era según sus palabras “como la glorificación de las frentes juveniles en los momentos culminantes de la vida”. Pero su padre, consigue con la ayuda de sus amigos, darle de baja en el cuartel de San Agustín, donde Belisario servía como soldado, para enviarle a su patria y sacarlo de la contienda.

Contrariado en su sentir, respetó la voluntad de su padre y cuando iba de regreso al Istmo compuso el poema  El Desengaño, publicado algún tiempo después en el Papel Periódico Ilustrado de Bogotá. Al coronel Serrano, custodia del río Magdalena, fue encomendado la guarda del soldado estudiante.  El vapor donde viajaba Belisario, era un correo de encomiendas y fue atacado durante el trayecto y Belisario ayudó a defenderlo con valentía. El Coronel Serrano en su parte de guerra dirigido a Bogotá daba el nombre del arrojado estudiante.

Cuando arriba a las playas de su tierra natal, el gozo anidó en su pecho y compone entonces un canto a la libertad titulado Avanzada, publicado años después en El Republicano de Bogotá, poema al que no hemos podido tener acceso.

Después de pasar unos días al lado de su amantísima abuela regresó a la ciudad de Panamá donde a fines del año 1876 fue nombrado Secretario del Juzgado en lo Civil donde permaneció hasta principios de 1877 en que fue designado Editor Oficial.

En 1879 es nombrado Director de la Biblioteca Popular, formada por la donación de libros que había hecho un patricio ilustre, el señor Lozada, Biblioteca a la que nadie acudía para leer. Para despertar el amor al libro, comenzó a publicar artículos en la prensa invitando a concurrir a aquel Centro de ilustración, pintando con vivos colores lo que significaba la Biblioteca, ya que la lectura, según decía con admirable acierto “es el pan del espíritu, que los pueblos conscientes de su verdadero destino no deben descuidar nunca”. En los ratos de ocio forzoso que pasaba en la Institución que dirigía, compuso algunos poemas, entre ellos Favio.

Terminada la guerra y la República en calma, fue llamado por su padre para terminar su carrera, logrando el título de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas el 7 de mayo de 1881. Al terminar su carrera, paso a vivir a la casa de su padre, en cuya sociedad logro importancia y popularidad hasta el punto que las más bellas damitas de Bogotá al conocer algunas de sus poesías le rogaban estampase en diarios o álbum de recuerdos, algunos versos. De esta época son A Josefina Reyes, A Paulina Samper y La Adultera; aparecieron también publicados en Bogotá otros versos que había escrito en 1879 y 1880, el primero titulado Sin un amigo y posteriormente Placer y Dolor.

El 15 de abril de 1882, sale publicado en el Papel Periódico Ilustrado, el poema titulado El Nuevo Rosal.

En diciembre de 1882 llaga al puerto de Saint Nazaire camino a Bélgica, ya que había sido designado por el presidente de la República, el Dr. Zaldúa, como Cónsul de Colombia en Bruselas.

En 1883, al regresar al Istmo, comienza a desenvolverse en el campo de la política, donde logra un éxito rotundo y sale electo Diputado para la Asamblea Legislativa del Estado por la Provincia de Los Santos, realizando un lúcido papel en la cámara.

En 1884, es aceptado como Abogado de la Compañía del Canal de Panamá. Como su despacho jurídico iba creciendo en asuntos importantes, se asoció en 1885, con don Francisco Filós. Porras atendía con predilección los asuntos populares que no daban dinero, pero que le producían satisfacción al estudiarlos. Se le llamó “el abogado de la pobres”.

En 1886 fue designado como Suplente de Magistrado y luego Magistrado en propiedad. Lo encontramos, en 1887, como profesor del Colegio La Esperanza, en Panamá. Y en 1889 como Adjunto a la Legación de Colombia en Italia.

Poco tiempo permaneció en Italia y regresa al Istmo al saber que el Tribunal Civil del Senado, declara en quiebra la Compañía del Canal.  Para esta época, aceptó el nombramiento que le hizo el Gobierno para dictar clases de Instrucción Cívica en la Escuela Normal de Varones, cargo que ejerce desde 1890 a 1891. También en 1890, es elegido Presidente de la Sociedad Progreso del Istmo.

Pese a que la política tenía en casi todo el Istmo un sentido conservador, que era el que regulaba el Gobierno, él salió en 1895 elegido Diputado a la Asamblea Departamental por la Provincia de Chiriquí, teniendo, por sus muchos trabajos que dejar de editar Los Anales Judiciales que con don Francisco Filós publicaban desde 1893.

En 1896, por motivos políticos y personales,  marchó a Centro América, pero antes vio publicado algunos de sus poemas que estaban en poder de Sofanor Moré, uno de los cuales estaba dedicado a don Gaspar Arosemena y se publicó con el titulo A la Naturaleza.

Con dos de sus hijos, Belisario y Demetrio, partió para la República de El Salvador, donde muy pronto fueron reconocidos sus meritos, nombrándolo Miembro de la Comisión de Unificación de la Legislación del Salvador y Honduras. En los periódicos de aquellas Repúblicas publicó algunas poesías, una de ellas titulada Al Escuchar tu Historia.

En 1898, fue nombrado Profesor de Derecho Internacional y Diplomático en la Universidad Libre de El Salvador.  También dio clases de la misma materia jurídica en la Facultad de Derecho de la Universidad de Managua. Escribió durante aquellos años que paso en Centro América, dos obras colosales, una de Geografía y otra de Derecho que fue libro de consulta y Texto Oficial por muchos años. Se dice que a sus clases no solo acudían los estudiantes regulares sino también gente de toga y ciudadanos ilustres para escuchar las platicas que eran conferencias magistrales de aquel panameño que tanto se hizo querer por la ciudadanía.

El 17 de octubre de 1899, estalla en Colombia La Guerra de los Mil Días. El Dr. Porras movido por su ardiente amor a la patria y siendo un liberal de fundamento, recorrió varios países de América, solicitando ayuda para iniciar la guerra en el Istmo; logrando el apoyo de Nicaragua, Ecuador y Venezuela. El 31 de marzo de 1900, acompañado el Dr. Porras en su mayoría por nicaragüenses reclutados, entra en Burica proclamándose Jefe Civil y Militar del Istmo por medio de un Manifiesto que explicaba detalladamente sus intensiones patrióticas.

Para esta época, nos dice Concha Peña en su obra: “Los poemas que brotaron entonces de su alma no tenían las dulces frases de endechas o madrigales, los trazaba con su sereno juicio para lograr la libertad del Istmo oprimido por la oscura ambición de Colombia en Panamá, los trazaría con la espada y con las armas, arrancando frases encendidas de su corazón para llevar a sus soldados a las sagradas cumbres del heroísmo, a las mansiones de la inmortalidad. En cada una de las arenga que pronunciaba latía un canto glorioso a sus vírgenes amadas que eran LA DEMOCRACIA, LA INDEPENDENCIA y LA LIBERTAD.”

Al inicio de la campaña se lograron éxitos notables, tomaron Chiriquí, invadieron las provincias de Veraguas y Coclé, y en esta última provincia cuentan con el apoyo del General Victoriano Lorenzo; pero todo termina con la capitulación de los revolucionarios, el 26 de julio después de los cruentos combates en Calidonia. La guerra termina el 21 de noviembre de 1902 con el tratado de Wisconsin. Los hechos vividos por el Dr. Porras en esta cruenta guerra, los encontramos en su obra MEMORIAS DE LAS CAMPAÑAS DEL ISTMO 1900.

Después de la guerra, el Dr. Porras se dirige a El Salvador, donde es nombrado Profesor de Ciencia Administrativa y Filosofía del Derecho.

En los primeros meses de 1903, el Dr. Porras se manifiesta, en los periódicos de Bogotá, contra el tratado Herrán Hay y contra del crimen cometido al fusilar al General Victoriano Lorenzo, hecho ocurrido el 15 de mayo de aquel año.

Dada la independencia de Panamá, el 3 de noviembre de 1903, el Dr. Porras manifiesta su contrariedad por este hecho; pero Carlos A. Mendoza, el Dr. Ciro L. Urriola, Andreve y don Juan B. Sosa le convencen para que se traslade a Panamá, ya que los liberales lo habían elegido Diputado para la Convención Nacional Constituyente por la Provincia de Los Santos.

Regresa al Istmo en 1904 y es elegido para formar parte del Consejo Municipal de Panamá y posteriormente llega a ser Presidente de dicho Consejo. Para esta época es su poema Vidas Divergentes, que escribe debido a la muerte de su primera esposa.

El 15 de noviembre de 1905, la Corte Suprema de Justicia, lo despoja de la ciudadanía de panameño, pero un año después, la Asamblea Nacional le devuelve sus derechos ciudadanos.

En 1907, es nombrado Delegado Representante de Panamá a la Segunda Conferencia de la Paz en la Haya. En 1908, Ministro Residente en el Brasil y Delegado a la Junta de Jurisconsultos de Río de Janeiro. En 1909, Ministro Residente y Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en San José Costa Rica. En 1910 fue Delegado al Cuarto Congreso Latino Americano reunido en San José, Costa Rica y Delegado al Cuarto Congreso Panamericano reunido en Buenos Aires, Argentina.

En 1911, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Panamá en los Estados Unidos de Norteamérica y Encargado de la defensa territorial de la República de Panamá en el proceso arbitral de límites con Costa Rica. Este mismo año contrae matrimonio con la distinguida Srta. Alicia Castro.

El partido liberal, movido por la decisión del Dr. Carlos A. Mendoza, lanzó la candidatura del Dr. Porras para ocupar la Presidencia de la República, campaña que lo llevó a convertirse en el tercer Presidente Constitucional de la República, del periodo 1912 a 1916.

De 1916 a 1918, durante el gobierno del DR. Ramón M. Valdés, el Dr. Porras fue nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Panamá en los Estados Unidos de Norteamérica y en la República de Cuba, asistiendo en La Habana al Segundo Congreso Jurídico, celebrado en 1917, en calidad oficial. En 1918, Mientras realizaba su labor, salió electo Diputado a la Asamblea Nacional por la Provincia de Bocas del Toro, a la cual no puede asistir por encontrarse ausente de la patria.

La muerte repentina del Presidente Dr. Ramón M. Valdés acaecida el 3 de junio de 1918, lleva a la presidencia al Dr. Ciro Urriola, Primer Designado, elegido para el bienio 1916-1918; vencido su periodo, la Asamblea nombra para el segundo bienio 1918-1920, al Dr. Belisario Porras que tomó posesión de su alto cargo el 12 de octubre. Para esta época es su poema La Cruz, escrito cuando con varios amigos y copartidarios recorría la Isla de Coiba para iniciar la construcción del Penal del mismo nombre.

El 20 de enero de 1920, renunció a su cargo de Jefe de Estado, para aceptar la candidatura a la Presidencia que le ofrecían sus copartidarios, y al celebrarse las elecciones obtuvo el triunfo, convirtiéndose en el quinto Presidente Constitucional de la República, para el periodo 1920-1924, tomando posesión del cargo el 1º de octubre de 1920.

El 26 de noviembre de 1922, aparece publicado en La Estrella de Panamá, un madrigal dedicado a la esposa de un escritor y periodista, madrigal titulado En El  álbum de Doña Elvira R. de Vernacci.

En 1924, al dejar el solio presidencial, es nombrado por su sucesor don Rodolfo Chiari, Embajador Extraordinario en Misión especial en el Primer Centenario de la Batalla de Ayacucho, y más tarde Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en el Perú. Luego en 1925, fue nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Gran Bretaña y Francia.

En 1931, es nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Italia. Posteriormente en 1932, se le nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Gran Bretaña y Francia; ese mismo año fue Delegado a la Asamblea General del Instituto Internacional de Agricultura, en Roma.

En 1933, es designado Representante de Panamá en el Consejo de la Liga de Naciones. Nombrado Delegado de Panamá a la XIV, XV y XIX Asamblea de la Sociedad de Naciones, celebrada en los años 1934, 1935 y 1938 respectivamente.

En 1940 ejerce su último puesto oficial, como Embajador Extraordinario  y Ministro Plenipotenciario en Misión Especial en la transmisión de mando del Presidente de la República de Costa Rica.

La obra colosal realizada por el Dr. Porras es tan inmensa que su reseña constituiría un voluminoso libro. Algunas de las obras públicas, bajo sus diez años de mandato Presidencial distribuido en tres períodos, más importantes fueron:

Acueductos en el interior de la República
Almacenes de Depósitos en las ciudades de Panamá y Colón.
Asilo de la Infancia
Archivos Nacionales
Carreteras nacionales
Cárcel Modelo
Censo Nacional
Codificación Nacional
Colonia Penal de Coiba
Colonización de San Blas
Edificios de Correos y Telégrafos
Edificios de  Cruz Roja Nacional
Edificios  de Cuarteles de Bomberos
Edificio de Depósitos de inflamables
Creación de la Escuela Profesional
Edificio de la Escuela Experimental de Agricultura
Creación de la Escuela de Derecho, Farmacia, Comercio, y Agrimensura
Edificio de la Escuela Normal de Institutoras
Creación de la Escuela de Sordo-Mudos
Edificios de Escuelas públicas en el Interior de la República
Exposición Nacional de Panamá
Ferrocarril Nacional de Chiriquí
Fiscalización Municipal
Fundación de Nueva Gorgona, Paja,  San Francisco de la Caleta y Juan Díaz
Hospital Santo Tomás
Primeros Programas de Instrucción Pública
Lotería Nacional de Beneficencia
Muelles en el Interior de la República
Reformas importantes al Palacio Presidencial
Pavimentación de las calles de la ciudad de Panamá
Plazas de Balboa, Cervantes y Francia
Pozos artesianos en todo el Interior
Puentes en el interior de la República
Creación del Registro Civil
Creación del  Registro de la Propiedad
Reorganización de las Finanzas Nacionales, etc.
El Dr. Porras, fue Periodista y Escritor. Fundó periódicos y escribió libros y folletos que pasan de 60. Los pueblos de Europa y América le otorgaron Diplomas; Condecoraciones que llegan a 21; Placas de oro y bronce; Medallas de oro, plata y bronce que ascienden a 53.

Perteneció con honores a 26 Instituciones Oficiales, ya americanas ya europeas. Entre las que destacan: Academia de Ciencias Políticas de Washington, D. C. Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz, España. Academia Americana de Historia, de Buenos Aires.  Academia Española de la Lengua, Madrid. Academia Panameña de la Lengua, Panamá.  Asociación de Periodista de Panamá.  Sociedad Científica Literaria de Verona, Italia; entre otras.

Murió la noche del 28 de agosto de 1942, en el Hospital Panamá, a la edad de 85 años.

El 20 de junio de 1948, en una ceremonia sencilla, pero imponente, fue inaugurada la estatua que la comunidad y el Gobierno Nacional erigieron en la Plaza de Cervantes en homenaje a la memoria del Dr. Belisario Porras, uno de los políticos y estadistas más ilustres y destacados que ha tenido la República.

FUENTE: PANAMÁ POESÍA