Cielos Viajeros, por
Esther María Osses
De tan hermosa pesca, pescadora,
¿qué más pedir? Ya vi la primavera.
Ya me dijo el enigma de la aurora
la noche en mi barquilla, prisionera.
¿Qué más pedir? ¡Morir! Morir ahora,
Nahuel Huapí, besando tu ribera.
Ser ese lampo que tus albas dora,
ser esa flor perdida en tu pradera.
Pero no. Más allá de este paisaje,
señalados me son otros senderos.
¡Al mar, al norte! ¡Proseguid el viaje!
Cielos australes, en mi red viajeros,
bogando váis conmigo hacia el oleaje
que no sabe de inmóviles luceros!
Del libro: La Niña y el Mar
La Lluvia y el Barco, por
Esther María Osses
Aquí nació la lluvia entre higuerones.
Nos trajo a los portales la alegría
en su potro de crines relucientes.
Iba por los barrancos, impetuosa,
iba por las llanuras, reposada;
iba dejando espigas en la loma,
en los rastrojos huella de alhelíes.
Trajo a la puerta un diminuto río
un río de juguete, navegable;
al son de las goteras ya crecía,
plantaba sitio en puertas y ventanas,
se enroscaba en la luz, bajo los mirtos,
¡ay, el cañaveral, cómo lo amaba!
La niña estaba allí. Rubias las trenzas.
Descalza. Con un sueño entre las manos.
Una temprana angustia por el sueño,
y suspenso, ese adiós entre los labios.
Pequeña diosa, de la nada un mundo
hizo bajo la lluvia, luminoso.
Soltó su sueño en el caudal efímero.
¿A dónde irá sin brújula en la noche?
Qué rápido, qué alegre entre las hojas,
sin boga retozaba, inverosímil;
única mariposa solitaria,
¡qué blancas alas nuevas para el viaje!
Así, jugando, un día y otro día,
este era un río, un puerto, nunca el mismo.
Siempre la misma niña entre los árboles.
Y con cada alborada repetida,
en sueños, con la lluvia, navegando,
este era un barco que jamás volvía,
un barco de papel en el que siempre
un viajero de niebla naufragaba.
Del libro: Poesía en Limpio
Fuente: Panamá Poesía